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Cardenal Stepinac:
el "comunismo satánico"
será derrotado
Por Gonzalo Guimaraens
La reciente beatificación del Cardenal Aloisius Viktor Stepinac --"el bastión de la Iglesia croata" y "la personalidad más ilustre" de esa nación, según palabras de S.S. Juan Pablo II-- rescata del olvido y propone a la admiración del orbe la figura de uno de los más heroicos opositores del comunismo en el siglo XX.
Nacido el 8 de mayo de 1898, es ordenado sacerdote en la Fiesta de Cristo Rey, el 26 de octubre de 1930, en Roma, donde cursa sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana. Devoto de la Santísima Virgen desde su infancia, celebra su primera Misa en la basílica romana Santa Maria Maggiore. En 1934 es ordenado obispo y en diciembre de 1943, en plena segunda guerrra mundial, asume la archidiócesis de Zagreb donde lo espera un largo via crucis por su inquebrantable posición contraria a los totalitarismos de su tiempo: el nazismo y el comunismo.
En mayo de 1945, terminada la guerra, Croacia es anexada por la fuerza a Yugoeslavia comunista. Pronto comienza la persecución religiosa y el Arzobispo Stepinac carga sobre sus hombros la defensa del rebaño católico a él confiado, permaneciendo firme en la defensa de "los derechos divinos de la Iglesia" y denunciando públicamente el asesinato de sacerdotes por militantes comunistas.
El 22 de septiembre de 1945, siendo presidente de la Conferencia Episcopal yugoeslava, inspira la carta pastoral colectiva de los Sres. obispos en la que se declara que la Iglesia no puede y no debe renunciar a "la plena libertad de la prensa católica, la plena libertad de las escuelas católicas, la plena libertad para enseñar el catecismo en los cursos básicos y medios, la plena libertad para las asociaciones católicas y para su acción caritativa, la plena libertad de la persona humana y el respeto de sus derechos inalienables, el pleno reconocimiento del matrimonio católico y la restitución de todas las instituciones y propiedades de la Iglesia expropiadas".
El régimen comunista teme a la gigantesca figura moral de Mons. Stepinac y evita en un primer momento un choque frontal, optando por lanzar una larga campaña de difamación a través de los medios de comunicación y de hostilización policial de su persona. Consigue escapar ileso a un intento de asesinato. Un año después, en 1946, es arrestado. El 30 de septiembre de ese año se inicia un fraudulento proceso judicial en su contra y el 3 de octubre Mons. Stepinac pronuncia ante el tribunal un valiente discurso en el que acusa al régimen comunista por sus injusticias, por sus crímenes y por el cercenamiento de los derechos de Dios, de la Iglesia y de los hombres. El prelado afirma con admirable entereza: "Estoy preparado para dar mi vida en cualquier momento", "no pido clemencia pues mi conciencia está en paz". El 11 de octubre de 1946 el tribunal, en vergonzosa resolución, lo sentencia a 16 años de trabajos forzados. Y el 19 de octubre es internado en la terrible prisión de Lepoglava. "Me lo han quitado todo", exclama, "menos una sola cosa: la posibilidad de alzar mis brazos al cielo como Moisés".
Transcurren los años. La injusticia cometida contra el Arzobispo de Zagreb va quedando patente de tal manera, a los ojos de sus compatriotas y del mundo entero, que el 5 de diciembre de 1951 sus carceleros deciden trasladarlo a su parroquia natal, Krasic, donde vivirá en régimen de prisión domiciliaria hasta su muerte, el 10 de febrero de 1960.
Desde Krasic, ejercerá una acción apostólica de dimensiones colosales, a través de más de 5.000 cartas y mensajes clandestinos, confirmando en la fe al rebaño católico en toda Yugoeslavia, denunciando las tácticas del comunismo para volver atea la sociedad civil y alertando firmemente contra aquellos sacerdotes que tristemente deciden colaborar con el régimen.
El Pastor sustenta en la fe al rebaño y el rebaño reza por la perseverancia del Pastor. Sin esas oraciones, "¿cómo yo habría podido resistir a este odio satánico descargado contra mí durante 10 años de persecuciones de los enemigos de Dios?", escribe a un convento de monjas ursulinas el 23 de abril de 1952.
Su figura --en la que destacados biógrafos llegan a discernir trazos de San Elías y de San Juan Bautista-- adquiere cada vez más dimensiones proféticas: por su abnegación y holocausto se transforma en el alma de su pueblo y en el símbolo vivo de la resistencia contra el comunismo opresor. En un mensaje del 17 de febrero de 1952 comenta cuánta admiración le han causado las siguientes palabras del S. Pedro Julián Eymard: "Un alma santa es capaz de sustentar y salvar a su país, porque sus oraciones y virtudes son más poderosas que todos los ejércitos de la tierra"...
El 12 de enero de 1953 el Papa Pio XII lo eleva a Cardenal. "La púrpura cardenalicia significa la disposición de ofrecer inclusive la sangre", es el comentario del nuevo Purpurado, manifestando así su decisión de perseverar en la fe hasta el martirio.
El 1o. de noviembre de 1955 escribe proféticamente, al referirse a las persecuciones comunistas y al triunfo final de la Iglesia y de la civilización cristiana: "Presenciamos la mayor persecución contra la Iglesia que jamás haya habido. Tenemos el derecho de concluir, por tanto, que sobrevendrá el mayor triunfo de la Iglesia en toda su historia". El 3 de octubre de 1956 añade en el mismo sentido: "Estoy vivamente confortado por el hecho de que la devoción a la Santísima Virgen María, que posee hondas raíces en nuestro pueblo, crece en la medida en que se acentúa la persecución del comunismo satánico".
En mayo de 1959, pocos meses antes de su muerte, el Cardenal Stepinac corona en su prisión domiciliaria una imagen de la Virgen de Fátima que le es enviada por S.S. Pio XII. La escena resulta altamente simbólica, pues el santo Cardenal tiene la certeza del aplastamiento final del "comunismo satánico" y de que sobrevendrá una esplendorosa "era marial": "Aquello que rezamos y proclamamos sobre la Madre de Dios --‘Tú sola aplastaste todas las herejías en el universo entero’-- será nuevamente una realidad, en su pleno esplendor" (carta del 27 de septiembre de 1958).
Los millones de seres humanos que en Cuba, China, Corea del Norte y Vietnam aún gimen bajo el comunismo, encuentran en el Beato Cardenal Stepinac un valioso intercesor celestial, un ejemplo de auténtico Pastor que da la vida por sus ovejas y un motivo de esperanza en la pronta liberación de sus Patrias esclavizadas.
Gonzalo Guimaraens es analista político, experto en asuntos cubanos.
E-mail: cubdest@cubdest.org