Enero, 1997: revista Catolicismo, São Paulo, Brasil

Chile 1996: terremoto anticastrista

por Gonzalo Guimaraens

Fui testigo de un terremoto como pocas veces presenció la historia de Chile. Esta vez, afortunadamente, los únicos afectados fueron el dictador comunista Fidel Castro y sus secuaces. ¡Y vaya de qué manera!

Llegué a Chile el 21 de octubre pp., y pude percibir con nitidez las señales precursoras de ese terremoto anticastrista que se avecinaba. Entre dichas señales, destaco la brillante campaña que en las calles desarrollaban cooperadores de la Sociedad Chilena de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad (TFP), difundiendo una revista dedicada íntegramente a denunciar el panorama de injusticia, miseria y sangre de la otrora Perla de las Antillas.

"¿Hasta cuándo las Américas tolerarán al dictador Castro?", era el sugestivo título de ese reportaje sobre el drama de 11 millones de hermanos cubanos, esclavizados en la isla-cárcel, y abandonados a su propia suerte por tantos dirigentes de Occidente.

Con el correr de los días, diversas personalidades de la vida pública chilena se fueron sumando a las manifestaciones de repudio al dictador comunista, destacándose el acuerdo de la Cámara de Diputados de Chile donde se condenaba enérgicamente "la violación de los derechos humanos en Cuba" y "los atropellos del régimen comunista de Fidel Castro".

Pero fue tal vez el domingo 3 de noviembre, con la llegada del ex-preso político Armando Valladares, que el terremoto anticastrista comenzaría a manifestarse en su plena intensidad.

Recibido en los salones VIP del Aeropuerto Arturo Merino Benítez por el senador Ronald McIntyre, por dirigentes de la TFP chilena, por Sergio F. de Paz, de Cubanos Desterrados, y por otras personalidades --y ante numerosos periodistas que aguardaban con indisimulable expectativa-- Valladares levantó su elocuente voz para denunciar a la tiranía de Cuba e increpar la negligencia a ese respecto de tantos líderes políticos de Iberoamérica. Su testimonio --con el timbre de autenticidad de quien pasó más de dos décadas en las mazmorras castristas, sin que sus carceleros consiguiesen quebrar sus profundas convicciones católicas y anticomunistas-- en pocas horas logró conmover a Chile.

Las manifestaciones de solidaridad con el pueblo cubano esclavizado, en la persona de Armando Valladares, fueron innumerables y emocionantes. A nivel oficial, la manifestación más significativa fue el homenaje al pueblo cubano que se efectuó en el Senado el martes 5 de noviembre --con la presencia de Valladares-- quien fue saludado con elocuentes palabras por el senador McIntyre y otros dignos senadores.

Pero esa adhesión al pueblo cubano, en la persona del destacado líder anticastrista, se sentía también, cálida y emocionada, en las calles, en las iglesias, en las universidades, en restaurantes, en el Santuario de Santa Teresa de Los Andes, en fin, dondequiera que el ex-preso político acudiera. Los canales de televisión, los diarios y radios que le hicieron entrevistas --sin un minuto de interrupción-- tornaron su figura ampliamente conocida y querida de los chilenos, especialmente receptivos en relación a quien fue víctima de la saña comunista.

El terremoto anticastrista con epicentro en Chile, no pasó inadvertido a los millares de periodistas de todo el mundo que llegaron a ese país para cubrir la VI Cumbre Iberoamericana, y sus secuelas se hicieron sentir en todo el mundo a través de las imágenes de televisión, los cables informativos, y los artículos de corresponsales de los más importantes periódicos.

Deseo compartir con los lectores de Catolicismo y con el exilio cubano estas impresiones de viaje respecto de una victoria que tanto aliento y esperanza debe dar a los anticastristas de todo el mundo. Es verdad que no fue ganada la guerra. Pero sí fue obtenida la victoria en una importantísima batalla.

El terremoto anticastrista de Santiago abre nuevos horizontes para la lucha doctrinal y publicitaria en pro de la libertad de Cuba. Es preciso focalizar, en sus justos términos, el tipo de victoria alcanzado. Me refiero, específicamente, al plano psicosocial: cierta misteriosa anestesia, cierta desensibilización de la opinión pública internacional en torno del drama del pueblo cubano, afortunadamente en Chile se quebró. Y eso es una señal precursora que debe llenar de ánimo y ser tenida muy en cuenta.

El propio dictador, víctima de su acostumbrada locuacidad, reconoció ante un grupo de sus seguidores el clima ampliamente desfavorable y hostil que encontró en este magnífico país, "casi como para hacer imposible mi viaje"...; responsabilizando de esa derrota a "los enemigos de la revolución que se mueven y viajan" (cfr. "El Mercurio", Santiago de Chile, Nov. 11, 1996). Sintomáticamente, periodistas de un vespertino constataron que en el último día de la Cumbre Iberoamericana "en público Fidel Castro caminó evidentemente solo, sin que ningún Presidente quisiera acercársele" (cfr. "La Segunda", Santiago de Chile, Nov. 11, 1996). También de manera sintomática y, más aún, simbólica, Castro escogió las tinieblas de la noche para abandonar Chile.

En realidad, como el Prof. Plinio Correa de Oliveira --ese paladín de la causa de la libertad de Cuba-- advirtiera en 1991 a los Presidentes reunidos en la I Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, el dictador Castro continúa siendo el principal factor de discordia en el concierto de las Américas.

Gonzalo Guimaraens es analista político

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