Jul. 31, 1999: Diario Las Américas, Miami, p. 5-A
Iberoamérica y el destierro cubano
ante el drama de Colombia
"...es una verdadera temeridad y un suicidio político suponer la más mínima buena intención en las guerrillas colombianas, y que éstas deseen algún bien, por ínfimo que sea, para la martirizada Colombia"
Gonzalo Guimaraens
Los desterrados cubanos, por haber sufrido tan directamente la agresión del comunismo, están preparados como pocos en Iberoamérica para comprender el drama de Colombia, un país asolado y "secuestrado" por crueles guerrillas marxistas. También están particularmente aptos para esa comprensión por haber padecido y enfrentado victoriosamente el misterioso aislamiento -acompañado de campañas de descrédito- que suelen sufrir las víctimas del comunismo en el mundo entero.
A ambos honrosos títulos, el destierro puede dar a sus hermanos colombianos un inestimable respaldo psicológico y moral. Inestimable, sí, pues cuando una persona o grupo social se encuentra en una situación adversa y hasta dramática -como la del pueblo colombiano- un factor importante para conservar el ánimo, no sucumbir psicológicamente y tener fuerzas para enfrentar las dificultades es saber que no se está solo; que otras personas, inclusive más allá de las propias fronteras, comienzan a conocer su drama, manifiestan solidaridad y tratan de ayudar aún cuando no puedan hacerlo directamente.
Pero gracias a Dios ese papel solidario -que cabe igualmente a todos los amantes de la libertad en Iberoamérica- no tiene por qué limitarse al apoyo moral, existiendo la posibilidad de ser ejercido también en el plano publicitario. A este respecto, hay algunos temas, últimamente bastante silenciados, que podrían ser abordados.
1. Cuba y Colombia, más allá de sus diferencias, atraviesan por situaciones históricas con un común denominador, cual es el sistemático ensañamiento comunista contra ambas naciones, durante más de cuatro décadas. El comunismo cubano tiene enorme e ineludible responsabilidad por la subversión en Colombia: si no fuese por el apoyo ostensivo o velado de Cuba comunista, difícilmente las guerrillas hubieran tenido la posibilidad de sustentarse por tanto tiempo, e ir ampliando su poder.
2. El protagonismo del dictador Fidel Castro en los asuntos colombianos continúa siendo decisivo, aún cuando se trata de no levantar públicamente ese tema para no crear embarazos al dictador, a los mandatarios iberoamericanos que a toda costa lo favorecen y también a los "negociadores de paz" con la guerrilla. Dicho protagonismo ha sido reconocido implícitamente, en los últimos años, por el ex presidente César Gaviria, actual secretario general de la OEA; por el ex presidente Samper, quien viajó a La Habana en su último viaje oficial antes de dejar el poder; y por el presidente Pastrana, quien se ha entrevistado varias veces con el dictador para analizar la crisis colombiana, llegando a pedirle consejo.
3. Igualmente se evita hacer referencia al incómodo hecho de que Castro, pocos meses atrás, se ufanó de haber apoyado y alentado a las guerrillas en el continente -por tanto, también a las colombianas- sin la menor señal de retractación o enmienda. Además, según reciente informe del Departamento de Estado norteamericano, el régimen cubano continúa en la lista de quienes patrocinan el terrorismo internacional. Si bien después del colapso de la Unión Soviética Castro se ha visto forzado a reducir su apoyo a movimientos revolucionarios, "no obstante, continúa manteniendo estrechos vínculos con otros Estados patrocinadores del terrorismo y con grupos insurgentes izquierdistas en América Latina".
4. Ciertas entidades internacionales, que actúan en el área de los llamados "derechos humanos", están asumiendo una contemporización y hasta un silencio inexplicables en relación a los desmanes de las guerrillas. De esa manera, dichas instituciones se hacen acreedoras de una grave responsabilidad por omisión, máxime cuando existen elocuentes evidencias de que los guerrilleros reclutan por la fuerza niños y adolescentes de ambos sexos y cometen abusos contra los civiles, tal como ha sido denunciado por obispos y sacerdotes de las zonas entregadas por el gobierno a las guerrillas. Éstas son responsables también por el incremento de los secuestros, inclusive de fieles católicos durante ceremonias religiosas, así como por el asesinato de sacerdotes y del obispo de Arauca, Mons. Emilio Jesús Jaramillo, por su empeño en defender el rebaño. Colombia, se ha afirmado, es actualmente un "país secuestrado". Ese conjunto de gravísimos hechos debería suscitar una movilización y un clamor mundial por parte de tales entidades de "derechos humanos" que, sin embargo, poco o nada hacen para defender a las víctimas de la agresión revolucionaria.
5. Las guerrillas continúan recibiendo apoyo desde países europeos, una situación escandalosa e inadmisible, tal como acaba de denunciar el Arzobispo de Cali en carta abierta a los embajadores de Alemania, Bélgica, España, Italia, Países Bajos, Reino Unido y Suecia.
6. Como también señaló en la referida misiva el Arzobispo de Cali, la guerrilla presenta en el escenario internacional, "ante países, organizaciones no gubernamentales y medios de comunicación", la "máscara" de defensora de los pobres, siendo que en realidad es diametralmente lo contrario.
7. Al mismo tiempo que los guerrilleros intentan presentarse en el exterior como una especie de "Robin Hoods" de las selvas colombianas, se relega a un segundo plano el fondo ideológico del conflicto y el carácter marxista de las guerrillas, algo reafirmado recientemente por el Padre Camilo, alto asesor del secretariado de las FARC, quien en entrevista a la agencia sueca Anncol llegó a afirmar que "el único pecado es no ser revolucionario".
8. Por fin, la identificación de la guerrilla con el narcotráfico ("narco-comunismo" o "narco-terrorismo") y su alianza con la delincuencia común en la "industria de los secuestros" son otros instrumentos letales que están siendo aplicados para la desintegración socio-político-cultural de Colombia. Sería interesante saber qué esfuerzos han efectuado autoridades nacionales y de organismos internacionales para rastrear a dónde van, en qué engranajes financieros se aplican y quiénes administran las fabulosas sumas de dinero que obtiene la subversión, fruto del narcotráfico y los secuestros.
De todo lo anterior se desprende cómo es una verdadera temeridad y un suicidio político suponer la más mínima buena intención en las guerrillas colombianas, y que éstas deseen algún bien, por ínfimo que sea, para la martirizada Colombia. Sin duda que levantar estos asuntos es algo especialmente incómodo para los guerrilleros, para sus mentores y para aquellos que a toda costa están queriendo favorecerlos en las llamadas "negociaciones de paz", pues deja en evidencia hacia dónde en realidad se está llevando a Colombia, más allá de promesas retóricas.
No en vano, fuentes colombianas consultadas nos informan que los mencionados temas sufren una implícita "censura" dentro de aquel país, ante las amenazas a sus vidas que reciben aquellos que osan abordarlos. Nada más urgente, entonces, que insistir en ellos y denunciarlos, pues todo lo que es incómodo para las izquierdas y, por esa razón, silenciado por sus seguidores, debe ser proclamado en alta voz por quienes se les oponen. Con esas denuncias, se estará contribuyendo, en la medida de las posibilidades, para que cuanto antes Colombia deje de ser un país "secuestrado".
Gonzalo Guimaraens es analista político. Mailto:GGuimaraens@altavista.net