Jul. 10, 1999: Diario Las Américas, Miami, 5-A
Lecciones de Rio: el "viejo demonio"
y el agua bendita
Gonzalo Guimaraens
El "viejo demonio" -como se definió a sí mismo el dictador Castro en Rio de Janeiro- está cada vez más vulnerable al "agua bendita", esto es, a la denuncia categórica y documentada sobre los horrores de Cuba comunista y sobre el drama de 12 millones de hermanos. Según había vaticinado Villas-Bôas Corrêa, veterano comentarista político del periódico "Jornal do Brasil", la 1a. Cumbre América Latina - Unión Europea se perfilaba como "la Cumbre de Fidel Castro". Sería éste una vez más "el dueño de la fiesta", "el favorito de la platea", "el astro que se roba la película"... Sin embargo, gracias a Dios, la realidad fue muy diferente.
En efecto, tal como constató la agencia Reuters, "por primera vez en muchos años Cuba comunista no fue la estrella sino el ‘patito feo’ de la fiesta" y el dictador "no acaparó como en otras oportunidades la atención de la prensa". Reuters se refiere además al fracaso no sólo del dictador, sino también de su flamante canciller, en los contactos efectuados con varios mandatarios y ministros de Relaciones Exteriores: "En casi todos los encuentros salieron mal parados, pues el eje de la conversación pasó por el tema que más los incomoda: los derechos humanos". Castro se fue "con las manos vacías", concluye de manera lapidaria la mencionada agencia.
Sin lugar a dudas contribuyó para esa derrota castrista el "agua bendita" de la verdad sobre Cuba comunista rociada abundantemente en la Cumbre. Fue el mensaje valiente llevado a Rio de Janeiro por Sylvia Iriondo, Ana Carbonell y Ruth Montaner, en nombre del destierro cubano, interpelando a los mandatarios presentes por su connivencia con el dictador, intimándolos a negarle "el apretón de manos" y llamando a los presidentes iberoamericanos a no asistir a la próxima Cumbre de La Habana. Fueron influyentes legisladores brasileños e italianos que en público mensaje proclamaron que Cuba comunista era la "estridente disonancia" en la Cumbre de Rio. Fueron los ayunantes de la calle Tamarindo, que desde La Habana pidieron la mediación de S.S. Juan Pablo II y de la Cumbre para la liberación de los presos políticos y del "pueblo sufrido" de la isla-cárcel. Fue la lluvia de mensajes de exiliados cubanos, por Internet, a los jefes de Gobierno, a los organizadores de la Cumbre y a los principales medios de prensa brasileños protestando por la presencia del dictador. Fueron, en fin, las incisivas preguntas de periodistas del exilio cubano, en prácticamente todas las conferencias de prensa efectuadas, sobre la contradicción que significaba la asistencia de Cuba comunista a una reunión de mandatarios democráticamente electos; preguntas que hicieron trastabillar, entre otros, a los cancilleres de Alemania, de México, de España y... de Cuba.
La constatación de que el "agua bendita", después de décadas de aparente inoperancia, surte cada vez más efecto en el "viejo demonio", es una de las más importantes lecciones que se desprenden de la recién efectuada Cumbre de Rio y debe ser un factor de renovado ánimo para todos los amantes de la libertad de Cuba.
Es preciso tener bien claro el valor de estos logros obtenidos, pues ello nos dará fuerzas para ahuyentar a otros "demonios" -aliados abiertos o encubiertos del dictador- maestros en el arte de soplar al oído palabras de desánimo, discordia y capitulación.
Pero también es preciso tener claro que si la causa de la libertad de Cuba ganó en Rio de Janeiro una importante batalla publicitaria, no se consiguió obtener aún la victoria completa. En ese sentido, lo que ocurra en torno de la Cumbre de La Habana, el próximo mes de noviembre, será sin duda decisivo para el futuro del régimen comunista. Las pertinaces articulaciones procastristas lideradas por el presidente del gobierno español, José María Aznar ("el más leal colaborador de la Cumbre de La Habana", según lo calificó el dictador), no deben ser subestimadas; y requieren desde ahora todo el empeño publicitario y diplomático para contrarrestarlas eficazmente.
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