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Encíclica "Divini Redemptoris" y Cuba:
profética actualidad
Gonzalo Guimaraens
El 19 de marzo pp. se conmemoró el 62o. aniversario de la Encíclica "Divini Redemptoris - Sobre el comunismo ateo", del Papa Pio XI, sin lugar a dudas uno de los documentos pontificios más importantes del siglo XX. Si las enseñanzas de esta Encíclica, escrita en 1937, hubiesen sido plenamente atendidas por altos dirigentes occidentales -civiles e inclusive eclesiásticos- muy probablemente el comunismo no hubiera podido expandir sus errores por el mundo; millones de vidas humanas habrían sido salvadas; y la propia Cuba no habría sufrido la tragedia en la que aún está inmersa.
Basta recorrer las principales tesis de dicha Encíclica sobre las metas y métodos comunistas -inclusive, como se verá, sobre la infiltración en los medios católicos- para percibir su impresionante y profética actualidad para el caso cubano. El comunismo, asevera Pio XI, es un "satánico azote" cuyo objetivo es "derrumbar radicalmente el orden social y socavar los fundamentos mismos de la civilización cristiana", constituyendo "una realidad cruel o una seria amenaza, que supera en amplitud y violencia a todas las persecuciones que anteriormente ha padecido la Iglesia".
Más aún. Según ese gran Pontífice, históricamente no sólo son inéditas la radicalidad de las metas y la crueldad de los métodos revolucionarios, sino también la profundidad maquiavélica de la estrategia internacional utilizada: "Por primera vez en la Historia asistimos a una lucha fríamente calculada y cuidadosamente preparada contra todo lo que es divino".
"Frente a esta amenaza, la Iglesia Católica no podía callar, y no calló", continúa Pio XI. Estaba él en condiciones de afirmar -sin temor a ser desmentido- que no había callado ante la amenaza comunista. En efecto, en cinco importantes Encíclicas anteriores, así como en numerosas alocuciones, mensajes y audiencias el Papa había alertado al rebaño y al mundo sobre la expansión de los errores del lobo comunista y denunciado los crímenes cometidos en Rusia, México y España.
Tampoco habían hecho silencio sus predecesores. En ese sentido, Pio XI llega a enumerar importantes documentos como la Encíclica "Quod Apostolici Muneris", de León XIII, en la que se definía al comunismo como una "mortal enfermedad que se infiltra por las articulaciones más íntimas de la sociedad humana, poniéndola en peligro de muerte".
Sin embargo, Pio XI -ante un peligro que continuaba "agravándose cada día más por la acción de hábiles agitadores"- consideraba que todas esas nobles advertencias no eran suficientes y creyó un deber de conciencia "elevar de nuevo nuestra voz con un documento aún más solemne". Fue así que se originó la Encíclica "Divini Redemptoris", que estamos reseñando en algunos de sus principales aspectos. Tal vez la frase más lapidaria para el marxismo y, al mismo tiempo, más actual para la Cuba de hoy, sea aquella donde se afirma que "el comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede admitir que colaboren con el comunismo, en terreno alguno, los que quieran salvar de la ruina la civilización cristiana". Nótese la fuerza de la expresión y las importantes consecuencias que de ella derivan: no es lícito colaborar "en terreno alguno" con una ideología intrínsecamente mala.
Entre las "causas poderosas" de la expansión e influencia comunista, el Pontífice señala un factor que posee también enorme actualidad para nuestros días: "La conspiración del silencio que está realizando una gran parte de la prensa mundial" sobre los crímenes revolucionarios. La expresión "conspiración del silencio" podría parecer a algunos demasiado fuerte. Por ello, el propio Pio XI se encarga de fundamentar esa afirmación: "Decimos conspiración porque no se puede explicar de otra manera el hecho de que un periodismo tan ávido de publicar y subrayar aún los más menudos incidentes cotidianos haya podido pasar en silencio, durante tanto tiempo, los horrores que se cometen en Rusia, en México y también en gran parte de España" . A no dudarlo, ese gran Pontífice habría denunciado con énfasis las persecuciones a los católicos en Cuba si hubiese vivido un cuarto de siglo después.
Paralelamente a la "conspiración del silencio" sobre los horrores revolucionarios, Pio XI denuncia que se realiza en favor del comunismo "una propaganda realmente diabólica como el mundo tal vez nunca ha conocido". Esa propaganda echa mano no sólo de la mentira sino también de la simulación, del trabajo de zapa y hasta de la introducción de Caballos de Troya ideológicos. Así, por ejemplo, los revolucionarios, "con diversos nombres que carecen de todo significado comunista, fundan asociaciones y publican periódicos cuya única finalidad es la de hacer posible la penetración de sus ideas en medios sociales que de otro modo no les serían fácilmente accesibles".
Una "propaganda diabólica" que -según profética advertencia de Pio XI, confirmada en las décadas posteriores con tantos lamentables ejemplos- tenía entre sus objetivos principales a los propios medios católicos: "Más todavía, procuran infiltrarse insensiblemente hasta en las mismas asociaciones abiertamente católicas o religiosas. En otras partes, los comunistas, sin renunciar en nada a sus principios, invitan a los católicos a colaborar amistosamente con ellos en el campo del humanitarismo y de la caridad"... ¿Por ventura no están descritos aquí, de manera sintética y profunda, tantos ardides de los comunistas contra los católicos en Cuba y en el exilio? ¿Acaso esas advertencias, hechas hace exactamente 62 años, no constituyen hoy una trágica explicación para tantos episodios de colaboración comuno-católica en la Cuba de hoy?
"Hay incluso quienes, apoyándose en algunas ligeras modificaciones introducidas recientemente en la legislación soviética, piensan que el comunismo está a punto de abandonar su programa de lucha abierta contra Dios", señalaba también el Papa, en otra consideración de enorme actualidad. Baste recordar las ilusiones despertadas en algunos sectores cuando documentos del Partido Comunista de Cuba (PCC) y pronunciamientos del propio Castro han hecho señales con apariencia distensiva -pero con un trasfondo fraudulento, claro está- en dirección a los católicos.
El "azote comunista" ha causado una "destrucción tan espantosa", "realizada con un odio, una barbarie y una ferocidad que jamás se hubieran creído posible en nuestro siglo", añade el Pontífice, quien a continuación sale una vez más al paso de los tontos útiles que nunca pierden las ilusiones de encontrar un comunismo mitigado con el cual les sea posible entrar en componendas: "No se puede afirmar que estas atrocidades sean un fenómeno transitorio que suele acompañar a todas las grandes revoluciones, o excesos aislados de exasperación comunes a toda guerra; no, son los frutos naturales de un sistema cuya estructura carece de todo freno interno". Nótese bien. Esos errores y horrores no son circunstanciales, sino connaturales con dicha ideología. Son "los errores intrínsecos del comunismo", recalca Pio XI.
A pesar de los oídos sordos que se hicieron en relación a esta célebre Encíclica, a pesar de la conspiración del silencio con que se pretendió relegarla al olvido, ella fue y continúa siendo uno de los mayores golpes doctrinales recibidos hasta hoy por el comunismo y por sus compañeros de ruta de la izquierda católica.
Seis décadas después, la Encíclica "Divini Redemptoris - Sobre el comunismo ateo" continúa más actual que nunca y constituye un seguro respaldo doctrinal para los católicos cubanos que se niegan a pactar con el comunismo. Pero no sólo los problemas de Cuba sino también los de la gigantesca China, Vietnam, Corea del Norte y, por qué no, los de la hermana Colombia -dilacerada por crueles guerrillas marxistas que juegan a la paz para más efectivamente hacer la guerra- vistos a la luz de la "Divini Redemptoris" cobran otra perspectiva. E indican a los líderes occidentales, que tengan ojos para ver y oídos para oír, caminos adecuados para enfrentar y resolver tan graves problemas.
El autor es analista político, experto en asuntos cubanos Mailto:CubDest@cubdest.org