El Mercurio, Santiago de Chile, Dic. 30, 1998

La sana polarización,

una bienaventuranza para Chile
"¡Ojalá fueras frío o caliente !, mas porque eres tibio comienzo a vomitarte de mi boca" (Ap.3,15-16)


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Casilla de Correos 198- Correo 35 Santiago de Chile

Desde hace dos meses, Chile vive una honda conmoción provocada por el pedido de Madrid a Londres de la extradición del General Augusto Pinochet: la inaudita exigencia del juez socialista Baltazar Garzón, el insólito respaldo que le dieron los gobiernos y algunos tribunales de España e Inglaterra y la ruidosa manifestación de todas las izquierdas del mundo, despertaron en Chile las ansias de venganza de la minoría marxista y la legítima indignación de la mayoría anti-comunista.
No obstante, diversas voces –entre las cuales se destacan las de algunos Obispos, del Gobierno y de la Democracia Cristiana-- se han hecho oir repetidas veces más para lamentar la polarización que para advertir al País sobre la virulencia del socialismo marxista.

 

Dos pesos y dos medidas: indulgencia con el comunismo y proscripción del anti-comunismo

En esta encrucijada, está en juego el destino de nuestra Patria y del mundo, pues con esas manifestaciones se tiende a proscribir el anti-comunismo y a conceder inmunidad al marxismo, pese a todas las tragedias que éste trajo consigo.
Los abajo firmantes – que, inspirados en el ejemplo del insigne pensador católico Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, luchamos en defensa de la civilización cristiana, durante años y aun por décadas -- faltaríamos a nuestro deber si en un momento tan crucial como éste no denunciásemos ante el País el absurdo de que haya menos preocupación por la agresividad marxista que por las reacciones que ésta suscita.
Ya se dijo que el juez Garzón y sus émulos atacan la soberanía nacional, negando la legitimidad del orden jurídico chileno. Peor que eso, una máquina de guerra psicológica revolucionaria --compuesta por gobiernos de izquierda, órganos de prensa, tribunales sin ecuanimidad ni competencia y ONGs infectadas por agitadores marxistas— intentan formar un consenso mundial contra la conciencia y la dignidad de Chile, deformando lo sucedido aquí, legitimando la agresión marxista e infamando la reacción cívico-militar.
El auge de esta parcialidad es que, ocho años después de la caída de la Cortina de Hierro, aún no se hizo proceso judicial alguno a quienes ordenaron el asesinato de no menos de 100 millones de personas, habiéndose llegado a que auténticos tiranos como Honecker y Fidel Castro hayan sido protegidos por el establishment occidental.
El comunismo no habría logrado todo eso si no hubiese tenido, en todos los países, legiones de cómplices, inocentes útiles y compañeros de viaje. Sin embargo, ninguno de estos colaboradores dijo una palabra de arrepentimiento o mostró un mínimo de vergüenza por el papel que tuvieron, y esto casi nadie lo destacó.

Quienes sembraron vientos, recogieron tempestades

Quienes así se arrogan el derecho de decidir los destinos de Chile, omiten el elemento principal: en medio de la ínfima minoría de marxistas chilenos y extranjeros que fueron objeto de la reacción de las FF.AA., muchos subvertían y demolían el Estado de Derecho, para negar definitivamente a todos los chilenos sus derechos fundamentales.
Más aún, muchas de las personas hoy presentadas como víctimas inocentes del gobierno militar --no pocas venidas de otros países-- formaban brigadas revolucionarias a menudo aliadas con terroristas, guerrilleros y agitadores. Actuaban al margen de la ley y en contra de ella, para precipitar la guerra civil e instaurar la tiranía roja.
Era previsible, pues, que lamentablemente algunas de esas personas fuesen víctimas de la violencia que ellas mismas sembraban. Y no es de extrañar que, en esa escalada de violencia, miembros de las fuerzas del orden, que también son hombres sujetos a los efectos del pecado, hayan cometido excesos.
La embestida contra las FF.AA. invoca los derechos humanos, como si fuesen prerrogativas exclusivas de los subversivos, sin tratar a los responsables por la seguridad nacional con la imparcialidad que la justicia pide y, mucho menos, con la benevolencia que muestra por la subversión.
Si el vocerío internacional fuese imparcial y tuviese por fin el respeto a los derechos fundamentales, debería reconocer los méritos de las FF.AA. chilenas, al reprocharles sus faltas reales o supuestas, recordando que su intervención fue causada por la constante violación, en pro de la utopía marxista, de muchos de esos derechos a todos los chilenos respetuosos de la ley.
La parcialidad en los procesos a miembros del gobierno militar es inaceptable, máxime si son fuera de Chile, por violar la soberanía nacional y porque la sentencia fue dictada de antemano. Los testigos y los documentos serían una mascarada para justificar la condenación exigida por los organismos internacionales maniobrados por antiguos agitadores marxistas. Y de esto el comunismo sería el beneficiario directo.

La izquierda marxista: ningún arrepentimiento,
antes bien deseo de reincidir y de vengarse

Haciendo tabla rasa de esas realidades, el vocerío marxista internacional no sólo execra en forma pública los excesos que atribuye a la Junta Militar, sino también se niega a reconocer el bien por ella realizado, sin pedir a comunistas y socialistas, que provocaron el trauma, el menor arrepentimiento.
No es extraño que no lo hayan tenido, salvo de sus "errores tácticos", o sea, de aquellos por los cuales no lograron engañar ni dominar al País. Tampoco perdonaron, como quedó patente en estos dos meses, lo que indica que, en la primera oportunidad, muchos de ellos reincidirán, llegando a extremos hasta ahora no alcanzados.
La mayoría de los chilenos, lejos de amedrentarse por ese vocerío, ha reaccionado con energía ante la violación de la soberanía nacional y contra la guerra psicológica con la cual se pretendía doblegarlo. De ahí resulta, en vez de la rendición esperada por los socialistas, el fortalecimiento de las fibras anticomunistas de la población.

 

La polarización: ¿peligro o necesidad?

Han sido frecuentes las lamentaciones ante la polarización de la opinión pública a propósito de estos hechos, como si de ella forzosamente derivasen los más graves peligros y del relativismo ideológico y de la inercia, todos los beneficios. Tal visión es errada, por carecer de criterio moral.
Para saber si la polarización es buena o mala, hay que analizar de qué índole es y cómo se manifiesta. Si la polarización se produce por cuestiones secundarias y se expresa con odios y fanatismos, será contra la Ley de Dios. Pero será un don del Cielo y una bienaventuranza, si se produce por grandes cuestiones doctrinarias, que afecten la Fe, la Moral o el Derecho.
No es lícito combatir la polarización si surge a propósito de asuntos de los cuales depende que la sociedad se ordene conforme o contra los preceptos del Decálogo. En tal caso, ella debe ser temperante en lo relativo a los intereses personales, respetuosa de la dignidad de los oponentes, pero ardorosa contra lo que viola la Voluntad de Dios.
En esas condiciones, la polarización es la expresión política del consejo del Divino Maestro: «Sean tus palabras sí, sí, no, no» (Mt. 5, 37). Lo contrario es la tibieza, estigmatizada con estas palabras ardientes: «¡Ojalá fueras frío o caliente! Mas por cuanto eres tibio comienzo a vomitarte de mi boca» (Ap. 3, 15-16).
Por eso, Pío XI calificó al comunismo de «intrínsecamente perverso» y enseñó que socialismo y cristianismo son «términos contradictorios», sin temor de que de sus palabras derivasen polarizaciones funestas. En esa materia, es ilícito ser neutral, dado que, por una parte, la Civilización Cristiana es el único Orden auténtico y, por otra, el comunismo es su completa negación.
No sólo eso: como las fuerzas marxistas son empedernidas en sus errores y especialmente brutales cuando ven debilidad o indecisión en sus víctimas, la polarización de los católicos al rechazar tales aberraciones es vital para que éstas no se vuelvan dominantes.

La paz social sólo nace del verdadero Orden cristiano

Para que haya paz social, deben tener una gran firmeza quienes desean que el País se ordene según los principios eternos enseñados por la Iglesia, para mayor gloria de Dios y salvación de las almas.
No se debe temer que de esa firmeza -- que es la virtud cardinal de la fortaleza -- derive la violencia, pues, proviniendo de la Fe, sabe respetar los límites de la Moral y los imperativos de la prudencia y de la caridad. Además, como la historia de los santos lo demostró siempre, un católico intrépido impone respeto a los enemigos de la Fe, sin necesidad de ejercer sobre ellos ninguna coerción.
Es absurdo equiparar la extrema obcecación de los marxistas, con la firmeza con que rechaza sus errores la mayoría anti-comunista del País. Porque, si es pésima la pertinacia del subversivo, es óptima la perseverancia en el bien de quienes cumplen el Decálogo.
Sin embargo, algunos Pastores de la grey chilena parecen pensar de otro modo, pues ciertas declaraciones insinúan que el orden es el fruto de una connivencia entre los varios sectores, obtenida por la debilidad de todos ellos en las propias convicciones. La paz social resultaría de una fusión pastosa de los principios en favor de un mero sentir común que nadie rechaza ni acepta enteramente, porque casi nadie lo analiza.

Fue precisamente ese relativismo el tobogán por el cual Chile se deslizó en los años 60 y 70, hasta caer en el fondo del abismo marxista... volviendo necesario que las FF.AA. hiciesen frente a la subversión totalitaria, en el cuadro de una auténtica guerra interna.
Si los llamados al arrepentimiento, al perdón y a la reconciliación omiten a qué sectores y hechos se tiene en vista y cómo se llegó a éstos, inducen a la opinión pública a interpretarlos en el sentido dado por la izquierda mundial, que presume inocentes a los comunistas y gravísimamente culpables a los anti-comunistas.
Esta es una enorme deformación de la realidad que la izquierda internacional nos quiere imponer y a la cual los Pastores deben oponerse. Tanto más cuanto su influencia es mucho mayor entre los católicos que entre los marxistas, por lo que sus llamados a evitar la polarización fácilmente harán que los primeros pierdan su empuje, mientras los segundos conservan el suyo.
Así podrá recomenzar el trágico proceso que nos llevó, a inicios de los años 70, al borde de la guerra civil y del comunismo, precisamente los espectros de los cuales nos salvó la intervención militar, ansiada por la mayoría de los chilenos, pero --duele decirlo-- reprobada por no pocos de los Obispos de la época…

 

Si se trata de pedidos de perdón, el País espera
el proveniente del Episcopado Nacional

Esta última constatación nos reconduce a la cuestión, tratada más arriba, de exigir el pedido unilateral de perdón: si de solicitarlo y de mostrar arrepentimiento se trata, los Pastores podrían dar el ejemplo, reconociendo sus propias responsabilidades.
En efecto, la conciencia católica fue golpeada por las graves acciones y omisiones de sectores decisivos del Clero chileno a favor del marxismo, las cuales fueron documentadas en el libro «La Iglesia del Silencio en Chile - la TFP proclama la verdad entera ».
Tales hechos tuvieron como efecto que muchos sectores de la opinión pública se dejaran penetrar por los sofismas marxistas. Cuando llegó la hora de rescatar a Chile, las FF.AA. debieron enfrentar una oposición más violenta que si el País hubiese sido bien orientado por sus Pastores.
Por esa causa, la voz de éstos quedó trágicamente privada en Chile de una gran parte de su peso moral. Lo que tuvo un efecto en la reacción ante la actividad subversiva. Pues, si había que llamar a las nuevas autoridades a la moderación, desgraciadamente no eran los Pastores que podían hacerlo con eficacia, pues parecía — ¡y cuántas veces era! — una
simple nostalgia por el régimen depuesto.

 

Nunca olvidar,nunca transigir, nunca reincidir

Los abajo firmantes hemos luchado por largo tiempo bajo la inspiración de Plinio Corrêa de Oliveira, Fundador e inspirador de la vasta familia de almas que defiende en los cinco continentes los principios de la civilización cristiana. Orgullosos de esa larga lucha doctrinaria, durante la cual muchas veces fuimos víctimas de la violencia marxista, estamos conscientes de haber contribuido a transformar estos ideales en el principal polo católico del combate al comunismo y al socialismo, marxista o demócrata-cristiano.
Por esto, no tememos las polarizaciones cuando ellas se producen, como en la presente encrucijada, en torno a los grandes temas doctrinarios de cuya solución depende el futuro de la Patria. A ese título, después de haber recordado brevemente las enseñanzas que nos dejó la Historia, nos sentimos obligados en conciencia a hacer ante el País el presente llamado, para impedir que la tragedia se repita.
En este sentido, nos dirigimos a todos los dirigentes válidos de la Nación y especialmente a los señores Obispos para que apliquen los importantes recursos que la Providencia les dió con el fin de impedir una nueva capitulación frente a la ofensiva del socialismo marxista.
Si Chile, por omisión de sus actuales dirigentes, cede ante tal ofensiva, optando por una falsa «tercera vía» neo-socialista, se apartará del rumbo trazado hace un cuarto de siglo, cuando se liberó de la inminente tiranía marxista. Tal rendición abriría camino a nuevos ataques, cada vez más osados, arteros y prepotentes, contra la tradición nacional, la familia cristiana y la propiedad privada.
Que Nuestra Señora del Carmen, Reina y Patrona de Chile, nos ayude a todos los chilenos a cumplir eximiamente nuestro deber de nunca olvidar lo sucedido en los años del régimen marxista, nunca transigir con los principios cristianos y nunca reincidir en los errores del pasado.

 

Santiago, 13 de diciembre de 1998,
90º aniversario del nacimiento del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira

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Alejandro Bravo Lira

Gonzalo Larrain Campbell
Alfredo MacHale Espinosa

Luis Montes Bezanilla
Mauricio Vargas Lyon

Juan Antonio Montes Varas
Juan Miguel Montes Cousiño

Fernando Antúnez Aldunate
José Antonio Ureta Zañartu

Carlos Del Campo García-Huidobro
Alfonso Riesco Valdés

Matías von Gersdorf
Carlos P. Del Campo Santa Cruz

Felipe Del Campo Santa Cruz
Claudio Larenas Herrera

Francisco Zamora Duhalde.

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