Destaque Internacional - Año XV - No. 374 - 25 de febrero de 2013. Editorial interactivo. Responsable: Javier González. Son bienvenidas sugerencias, opiniones y críticas.
Cuba - Brasil: Yoani Sánchez y "BrasiLeaks" procastrista
Por Armando Valladares, Miami (FL), 25 de febrero de 2013, 05:01 PM. El artículo puede ser difundido y publicado en cualquier medio, sin necesidad de autorización previa.
La reciente visita a Brasil de la bloguera cubana Yoani Sánchez sirvió para dejar al descubierto una especie de "BrasiLeaks", o sea, un conjunto de informaciones confidenciales escandalosamente procastristas, en el seno de ese gran país sudamericano.
A esas informaciones confidenciales las destapó el semanario Veja, días antes de la llegada de la bloguera al Brasil, en reportaje titulado "El dossier de la vergüenza" (20 de febrero de 2013). Veja reveló que desde la Embajada cubana en Brasilia se estaba coordinando la agresión de matonescas "brigadas de respuesta rápida" que actuarían contra Yoani a cada paso de su visita a ese país; "brigadas" fanáticamente procastristas, integradas por militantes de grupos de izquierda, inclusive del gobernante Partido de los Trabajadores (PT).
Por una sintomática coincidencia, en una de las reuniones en la embajada cubana estaba presente Ricardo Poppi Martins, especialista en "ciberguerra" y asesor directo del ministro secretario general de la Presidencia de Brasil, Gilberto Carvalho. También por coincidencia, Poppi acababa de llegar de Cuba, con gastos pagados por el gobierno brasileño, donde se dedicó a trasmitir sus conocimientos de "ciberguerra" a equipos de propaganda del régimen cubano, peritos en destruir moralmente a opositores cubanos. La revelación de la existencia de ese "BrasiLeaks" dejó en una incómoda posición al gobierno brasileño, cuyos portavoces se vieron obligados a reconocer que Poppi recibió de manos del embajador cubano Carlos Zamora Rodríguez un dossier con informaciones contra Yoani, pero alegaron que el dossier había sido destruido por el funcionario gubernamental.
Cuanto más el gobierno brasileño trataba de explicar lo acontecido, más dudas creaba entre periodistas y entre miembros del Parlamento, que anunciaron la convocación del canciller, del ministro secretario general de la Presidencia y del propio embajador cubano. En cuatro días, la secretaría general de la Presidencia dio tres explicaciones, tratando de tranquilizar y de superar el comprometedor episodio. El canciller Antonio Patriota dijo que no sabía nada de nada. Y las autoridades del gobernante Partido de los Trabajadores cerraron la boca.
Lo concreto es que bastó que Yoani Sánchez pusiera sus pies en el territorio brasileño para que el plan de la embajada cubana, favorecido por el gobierno brasileño, comenzara a ser ejecutado con brutalidad en cada local donde la visitante aparecía, llegando los matones en varias oportunidades casi a la agresión física.
Esa tentativa de amordazar a la bloguera no le impidió denunciar que en el caso del Brasil, especialmente durante los gobiernos Lula y Dilma, ha habido "omisión" y "silencio" en lo que respecta a "las violaciones de derechos humanos que se cometen en Cuba"; y que faltó "dureza" de parte de la diplomacia brasileña para defender los derechos de los cubanos indefensos. La bloguera solicitó "una posición más firme" de las autoridades brasileñas, y constató que existe un "silencio" similar en los gobiernos de "toda América Latina", los cuales servilmente tratan de "no incomodar" al régimen cubano. Yoani Sánchez hizo finalmente un llamado al gobierno y al pueblo brasileño, así como a los gobiernos latinoamericanos, a "denunciar lo que ocurre en la isla" de una vez por todas, inclusive, a "apelar a los organismos internacionales".
Este talvez haya sido el mensaje más directo, dramático y medular de Yoani Sánchez en Brasil. En realidad, el silencio cómplice de las cancillerías y gobiernos continentales es talvez la causa de la prolongación, durante décadas, de la cruel y sanguinaria dictadura castrista.
Hace exactamente un año, en febrero de 2012, tuve ocasión de abordar este tema del silencio del gobierno brasileño, en artículo "Yoani, compasión y Pilatos", coincidiendo con el viaje de la presidenta Dilma Rousseff a La Habana y con una prohibición del régimen para que Yoani Sánchez viajara en ese momento a Brasil. En la ocasión afirmé que desde el punto de vista de los derechos humanos, el viaje a Cuba de la presidenta del Brasil constituyó un desastre inimaginable para el pueblo cubano y para sus esperanzas de libertad; y que ese viaje podría ser inscrito en el libro negro de las vergüenzas de nuestro tiempo y de nuestro continente. Con su silencio total sobre la violación sistemática de los derechos de Dios y de los hombres en la isla-cárcel desde hace más de cincuenta años, la presidenta de la mayor potencia de América Latina y una de las mayores potencias del mundo, dio implícitamente luz verde para que el régimen continuase persiguiendo impunemente a los opositores, matándolos de sed en las prisiones, reprimiendo a las Damas de Blanco y manteniendo prisioneros a 11 millones de cubanos.
Pero ahora con Yoani Sánchez no se trató sólo de un silencio cómplice, en sí mismo muy grave, sino que se fue más lejos, permitiendo al gobierno cubano una operación de intimidación, agresión y denigración de la bloguera en el propio territorio brasileño.
La lucidez demostrada por Yoani en su análisis sobre la desastrosa política externa brasileña y latinoamericana hacia el régimen cubano, también se manifestó en las primeras respuestas a las preguntas que los periodistas le fueron haciendo, machaconamente, sobre el denominado embargo económico estadounidense. Al comienzo de su visita a Brasil, en declaraciones publicadas por el periódico O Estado de S. Paulo, la blogera dijo que el régimen cubano, si quiere relaciones con los Estados Unidos, primero debe democratizarse: "En esa normalización de relaciones, no se puede olvidar el tema de los derechos humanos. No se puede dejar de lado una lista de requisitos necesarios que la isla debe cumplir para poder establecer relaciones no solamente con los Estados Unidos, sino con muchos otros países".
De esa manera, Yoani Sánchez dio un argumento decisivo que toca en el centro del problema cubano, y que muchas veces he tenido oportunidad de analizar: la causa real y primera del problema cubano es el embargo interno que el propio régimen de La Habana aplica desde hace más de medio siglo contra el pueblo cubano; y el denominado embargo externo no es sino un efecto. Hay algunos que solamente critican el efecto, pero hacen silencio absoluto con relación a la causa del problema, que es lo principal y lo que debería ser especialmente enfocado.
Pero llama la atención el hecho de que en Brasil, en los días siguientes a la presentación de un argumento de tanto sentido común, que contribuye a desmontar la campaña-pretexto castrista contra el embargo estadounidense, Yoani cambió su posición, quizás por presiones locales, y pasó a afirmar, como lo hizo en el Parlamento brasileño, que ella desea "que termine el embargo, para ver cómo el Gobierno cubano va a explicar su propio fracaso"; como si el régimen cubano no pudiera continuar inventando pretextos para justificar sus crímenes y calamidades.
A juzgar por la secuencia de las declaraciones publicadas por la prensa brasileña, en su visita a Brasil la bloguera cambió de rumbo, de un día para otro, en lo que respecta a su argumentación sobre el embargo. Lo concreto es que uno de los "padrinos" de la visita de Yoani a Brasil, el senador Eduardo Suplicy, del gobernante Partido de los Trabajadores, señaló en la tribuna del Senado su esperanza de que la posición de Yoani contra el embargo estadounidense, por la relevancia internacional que estaba adquiriendo la figura de la bloguera, podría repercutir en la propia política externa de los Estados Unidos, transformándose en un "paso importante" para el fin del embargo a Cuba. Tanto el senador Suplicy, como la propia Yoani, parecen no tener ni idea del porqué del embargo, pero lo cierto es que la retórica de ambos lamentablemente coincide con la retórica oficial de la tiranía castrista.
El régimen cubano, para mantener en pie su campaña-pretexto, trata de ocultar que los Estados Unidos son uno de los principales socios comerciales de Cuba, a la que vende carne de res, pollo, ganado en pie, frutas, leche, equipos médicos, remedios y hasta la tinta para imprimir el Granma. Cuba puede comprar todos los alimentos y remedios que quiera, y hay media docena de fabricantes de medicinas autorizados por el Departamento de Estado, a las que Cuba puede comprar lo que desee, con la única condición de que pague al contado. Quizás Yoani Sánchez no lo sepa.
No podría dejar de mencionar, junto con mi anterior salvedad sobre sus declaraciones respecto del embargo estadounidense, las lamentables declaraciones de la bloguera cuando pidió, en el Parlamento brasileño, la libertad de los cinco espías cubanos que fueron detenidos, juzgados y condenados en los Estados Unidos por su participación en el asesinato de cuatro jóvenes cubanos desterrados indefensos. Las fuertes y cuán justificadas críticas suscitadas entre opositores de la isla, como Martha Beatriz Roque y Oscar Elías Biscet, y en el destierro cubano de Miami, especialmente en los familiares de los jóvenes cubanos asesinados, hicieron que Yoani trasmitiera una rectificación, alegando básicamente que se valió de una ironía. Pero una herida ha quedado abierta, y su visita a Miami podrá verse empañada por esas declaraciones desafortunadas.
No obstante las dudas y objeciones levantadas, que continúan en pie, en todos estos años, las denuncias de la joven bloguera Yoani Sánchez han servido de una u otra manera para mostrar aspectos del verdadero rostro la tiranía castrista. Sus señalamientos en Brasil sobre los silencios y complicidades latinoamericanos con relación al régimen de La Habana son una prueba de esa contribución, más allá de legítimas dudas y objeciones que continúan en pie y que la propia Yoani Sánchez podrá encontrar oportunidad de aclarar.
Armando Valladares, escritor, pintor y poeta. Pasó 22 años en las cárceles políticas de Cuba. Es autor del best-seller "Contra toda esperanza", donde narra el horror de las prisiones castristas. Fue embajador de los Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU bajo las administraciones Reagan y Bush. Recibió la Medalla Presidencial del Ciudadano y el Superior Award del Departamento de Estado. Ha escrito numerosos artículos sobre la colaboración eclesiástica con el comunismo cubano y sobre la "ostpolitik" vaticana hacia Cuba.