Destaque Internacional - Año XI - No. 241 - San José de Costa Rica - 09 de marzo de 2008 - Responsable: Javier González.
El cardenal Bertone y la fraudulenta "política religiosa" castrista
Las escuelas y universidades cubanas pasaron a ser refinados laboratorios de ateismo y de apostasía de católicos, las mismas que, cuarenta años después, el cardenal Bertone califica increíblemente de "renombrados centros educativos superiores y universitarios de que Cuba dispone"
Por Armando Valladares
Poco después de su reciente viaje a Cuba, el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de la Santa Sede, concedió una extensa entrevista al periódico "L’Osservatore Romano", órgano oficioso de la Santa Sede (Marzo 1o., 2008). En ellas, el cardenal afirma textualmente, contradiciendo la verdad histórica y la realidad de nuestros días, que la Iglesia en Cuba, a pesar de "algunas dificultades" y "limitaciones", en realidad "no es una Iglesia perseguida" sino una "Iglesia ‘normal’ como en tantos otros países".
Tomé conocimiento de esas declaraciones después que había escrito el artículo "Benedicto XVI y el viaje a Cuba del cardenal Bertone" (Diario Las Américas, Miami, Marzo 04, 2008), en el cual tuve ocasión de analizar, con base en las declaraciones del alto eclesiástico, la enigmática continuidad de la política de mano extendida del Vaticano y de importantes figuras eclesiásticas hacia la tiranía del Caribe, durante casi cuatro décadas; continuidad que ineludiblemente llega al propio pontificado de Benedicto XVI.
Por un imperativo de conciencia no podría pasar por alto esas nuevas y graves declaraciones cardenalicias, sin hacer algunas precisiones históricas, aunque sea esquemáticamente.
En los primeros años de la revolución, el odio antirreligioso se manifestó en la expulsión de centenas de sacerdotes y religiosas, la clausura de iglesias y la expropiación de universidades y escuelas católicas, llegando a un auge con los fusilamientos en el "paredón" de la tristemente célebre prisión de La Cabaña. Entre los fusilados, se encontraban jóvenes católicos, que dieron sus vidas gritando "ˇViva Cristo Rey! ˇAbajo el comunismo!" Narro en mis memorias cómo esos gritos, que yo mismo oía todas las noches, estremecían los fosos centenarios de aquella fortaleza, pero sobre todo estremecían los corazones de los prisioneros, confirmando el adagio de que "la sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos". El régimen comunista pronto lo percibió e hizo que los carceleros comenzaran a amordazar a los condenados a muerte.
Esa mordaza fue al mismo tiempo un símbolo del temor castrista a los mártires cristianos y de un cambio estratégico que a partir de allí se realizaría. La meta pasó a ser la de crear apóstatas, en vez de mártires, tal como lo mostró el libro "La Pasión de Cristo en Cuba", escrito por un joven sacerdote desterrado, y publicado en 1962 por el Arzobispado de Santiago de Chile. Se trataba de evitar los "errores" cometidos en los países del Este y en la España de la década del 30, con asesinatos masivos de católicos.
El propio Castro reconoció esa estrategia, en discurso que resonó a mediados de la década del 60 en la Universidad de La Habana, la misma en la cual, cuarenta años después, resonarían palabras conciliadoras del Pastor llegado de Roma, el cardenal Bertone, en relación a los Lobos rojos. Dijo Castro en la ocasión: " No caeremos en el error histórico de sembrar el camino de mártires cristianos, pues bien sabemos que fue precisamente el martirio lo que dio fuerza a la Iglesia. Nosotros haremos apóstatas, miles de apóstatas..." (cf. Juan Clark, "Cuba: mito y realidad", Ediciones Saeta, Miami-Caracas, 1990, pp. 358 y 658).
A partir de allí, comenzaron décadas de aplicación de "métodos diabólicos", según expresión usada por el obispo cubano exiliado monseñor Eduardo Boza Masvidal, para lograr la pérdida de la fe y conseguir las apostasías. Escuelas y universidades cubanas pasaron a ser refinados laboratorios de ateismo y de apostasía, las mismas que, cuarenta años después, en la entrevista a "L’Osservatore Romano" que estoy comentando, el Pastor llegado de Roma califica increíblemente de "renombrados centros educativos superiores y universitarios de que Cuba dispone".
En la década del 80, el tristemente célebre religioso dominico brasileño Fray Betto reforzó en el dictador Fidel Castro y en la camarilla comunista cubana la eficacia de esa estrategia antirreligiosa, explicando a Castro que lo más conveniente era "ayudar a la Iglesia a que se integre en el proceso de construcción de una sociedad socialista" (cf. "Prisma Latinoamericano", No. 160, La Habana, 1985).
En 1986 se realizaba en La Habana el Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), que abría una etapa sin precedentes de lamentable colaboración y de "coincidencia" en "objetivos fundamentales" entre los Pastores y los Lobos de Cuba. Los 22 años transcurridos entre la realización del ENEC y este viaje del cardenal Bertone a Cuba fueron marcados por ese enigmático proceso eclesiástico vaticano-cubano de mano extendida hacia la tiranía del Caribe, al que me referí en mi último artículo, un proceso que he tenido ocasión de analizar en numerosos artículos anteriores.
El actual malestar de los fieles católicos cubanos de la isla y del destierro ante la actitud colaboracionista de sus Pastores no es nuevo. No es por acaso que durante la realización del ENEC, el entonces arzobispo de Santiago de Cuba, monseñor Pedro Meurice, llegó a reconocer: "Nos consideraban una Iglesia de mártires y ahora algunos dicen que somos una Iglesia de traidores" (cf. "La Voz Católica", arquidiócesis de Miami, 14 de marzo de 1986).
Armando Valladares, ex preso político cubano, fue embajador de Estados Unidos ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, durante las administraciones Reagan y Bush. E-mail: armandovalladares2005@yahoo.es