En Ecuador, a pocos días de la segunda vuelta electoral que definirá el nuevo presidente de ese país andino, el candidato chavista, Rafael Correa, está recurriendo a un maquillaje de última hora para distanciarse de su mentor ideológico, el presidente venezolano Hugo Chávez, de manera a tranquilizar al centro político ecuatoriano y conquistar sus votos decisivos.

El candidato Correa intenta evitar, con esa maniobra diversionista, la suerte corrida por los candidatos neopopulistas de México, Andrés López Obrador, y de Perú, Ollanta Humala, quienes perdieron elecciones precisamente por el público apoyo que recibieron de Chávez, el sucesor de Fidel Castro en América Latina.

Al mismo tiempo, acentuando su maquillaje de última hora, Correa trata de imitar al sandinista Daniel Ortega, quien consiguió el triunfo electoral con un discurso sonriente, conciliador y con ropajes cristianos, lo contrario de su pasado sandinista al cual nunca renunció, y que llevó a Nicaragua a una sangrienta guerra civil, con la consecuente miseria material y ruina moral.

En la recta final de su campaña, Correa ha tomado todas las precauciones para no insistir en su anunciada meta de implantar en Ecuador el "socialismo del siglo 21", una expresión que, dígase de pasada, copió de Chávez y de su "revolución bolivariana".

Por otro lado, el constante intercambio de insultos entre Rafael Correa y su contrincante, el empresario Alvaro Noboa, está beneficiando al primero en la medida en que le evita el trabajo de enfrentar un legítimo debate de ideas, y de tener que definirse sobre temas ideológicos incómodos, lo cual podría asustar al centro político y a los indecisos que pretende atraer.

Por fin, si es verdad que Correa ha dejado de lado, al menos por el momento, su discurso "socialista", continúa insistiendo en la convocación de una Asamblea Constituyente cuya finalidad no ha sido definida; y que, si pasa a ser dominada por izquierdistas e indigenistas radicales, podría empujar a Ecuador hacia un proceso de "bolivianización", con el consecuente caos y eventual desmembramiento político.

Como ya se ha afirmado, el resultado de la segunda vuelta electoral ecuatoriana será decisivo no sólo para los destinos de esa nación, sino para impedir o acelerar el avance del populismo y del izquierdismo en el continente. Las Américas vuelven sus miradas expectantes hacia Ecuador. Los ecuatorianos tienen la palabra.

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