El próximo 9 de abril, habrá elecciones presidenciales en Perú y, a juzgar por las últimas encuestas, los dos candidatos populistas, Ollanta Humala y Alan García, suben en las preferencias, mientras que la candidata del centro, Lourdes Flores, resbala del primer lugar hacia el segundo o el tercero.

Es difícil comprender cómo un sector importante del electorado de ese país andino puede volcarse hacia Humala, conocidamente vinculado a los pro-castristas presidentes Chávez, de Venezuela y Morales, de Bolivia, y cuyo demagógico programa de gobierno contiene los gérmenes de la destrucción política, económica y moral del Perú. También es difícil entender cómo otro sector no despreciable de los peruanos puede cifrar sus esperanzas en el ex presidente Alan García, que desgobernó el país entre 1985 y 1990, dejándolo estancado y caotizado.

Humala y García aparecen como dos flautistas de Hamelin que prometen librar a Perú de todos sus males pero que, en realidad, con su música engañosa, pueden arrastrar al abismo a ese importante país andino. En ese sentido, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, ex candidato presidencial, acaba de preguntar: "¿Qué está pasando en nuestro país para que cunda una ceguera política, moral cultural semejante?" La pregunta es incisiva y descarnada, poniendo el problema en sus justos términos. No obstante, la respuesta para el enigma psicológico y mental peruano permanece en pie. Sería de fundamental importancia que los propios peruanos, en los días que quedan para el pleito electoral que decidirá el futuro de su país, pudieran debatir este problema y tratar de dilucidarlo, antes de que sea tarde.

Un dato interesante y, en cierto sentido, animador, es que según las aludidas encuestas un 25% de los votantes se muestra aún indeciso, teniendo en sus manos la posibilidad de evitar una victoria izquierdista. En esta hora crucial para el Perú y para América Latina, es de desear que el sentido común y los principios de la civilización cristiana prevalezcan y, por consiguiente, que los flautistas de Hamelin vean frustrados sus planos engañosos.

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