El próximo 29 de mayo, Francia decidirá una vez más, como en tantas ocasiones de la Historia, los destinos del Viejo Continente. Se trata de un plebiscito sobre la nueva Constitución europea, que para entrar en vigor precisa de la ratificación unánime de los 25 países miembros de la Unión.

El texto constitucional, que ocupa nada menos que 474 páginas del Diario Oficial de la Unión, posee numerosas contradicciones y ambigüedades, y por ello no extraña que vastos sectores del centro y de la derecha francesa aleguen razones de peso para votar por el "No". Diversas pesquisas de opinión indican que al menos la mitad de los franceses está inclinada a sufragar por el "No".

En materia económica y administrativa, la Constitución instaura una gigantesca burocracia supranacional con sede en Bruselas, una especie de neo-totalitarismo con poderes para intervenir en toda la vida económica, con reglamentaciones sin fin, de las cuales no se salvarán siquiera los famosos Camembert y "foie gras" franceses. Se crea así un Leviatán todopoderoso, capaz de asfixiar con sus reglamentos a la libre iniciativa, pero al mismo tiempo estéril para promover el auténtico progreso económico. La propia soberanía de Francia y de las otras 24 naciones de la Unión se verá seriamente comprometida.

En materia de raíces históricas, la Constitución, al describir los orígenes filosóficos de Europa, evita hacer cualquier referencia al sustracto cristiano del Viejo Continente, como si casi 20 siglos de su Historia (y 15 de Francia, desde la conversión de los francos en el siglo 5^o.), pudiesen ser borrados de una plumada.

En materia moral, la Constitución, al tiempo que hiere el concepto de familia basado en el matrimonio entre un hombre y una mujer, abre las puertas para el seudo casamiento homosexual, el aborto, la eutanasia, etc.

Sería infantil decir que las 474 páginas de la Constitución no tienen nada de aceptable. Lo que sí se afirma es que contiene suficientes contradicciones y ambigüedades como para suscitar motivos ponderados y serios para votar por el "No". Si triunfa el "No", podrá abrirse en Francia y en Europa un saludable proceso de debates.

Además de lo anterior, existe en el debate francés en torno de la Constitución europea una paradoja: son partidarios del "No" los elementos sanos y lúcidos del centro y la derecha a que se ha hecho referencia, pero también lo son activos grupos de extrema izquierda anarquista, ligada al Foro Social Mundial, que inclusive han tomado el liderazgo. Una izquierda ruidosa, desprestigiada y desprestigiante, que se empeña en el triunfo del "No", sin preocuparse en la soberanía e independencia de Francia, deseando en realidad que esta nación y que Europa entera se encaminen por la senda del caos y de la fragmentación, porque para ellos "cuanto peor, mejor".

Cierta prensa francesa partidaria del "Sí" también ha aprovechado esa paradoja, y la consecuente confusión creada, para tratar de desprestigiar a los sectores sanos de la opinión francesa que votarán por el "No", identificándolos como aliados de la extrema izquierda y presentándolos como seres retrógrados, primitivos, contrarios al progreso económico y a los intereses de Europa.

Es nuestro deseo que en la actual contienda plebiscitaria francesa prime la verdad, el sentido común y la lucidez, y la opinión pública de ese país sepa diferenciar el trigo de la cizaña.