Junio 10, 2003: Editorial CubDest.
Vieira de Mello, Iraq, Cuba & ONU
Sergio Vieira de Mello, alto comisionado para los Derechos Humanos de la ONU y coordinador de dicha organización en Iraq, acaba de afirmar que en relación a este país el Consejo de Seguridad (CS) y la Comisión de Derechos Humanos (CDH) pecaron por una "visión estrecha" y una "incapacidad" de reconocer que "las violaciones flagrantes y sistemáticas de los derechos humanos son, con frecuencia, el principal motivo, la médula de la inseguridad tanto interna cuanto internacional".
Se trata de una afirmación de sentido común que penetra profundamente en la realidad, dando un criterio fundamental para determinar si un régimen constituye o no una amenaza a su propio pueblo y a otras naciones. El mencionado diplomático trasciende así debates que, en el caso de Iraq, en su mayoría se han limitado al problema de las armas químicas y de destrucción en masa.
Vieira de Mello insiste en que el "asunto central", que fue puesto de lado, era "cómo lidiar con los riesgos para la seguridad internacional representados por un régimen que, desde hace mucho y de manera flagrante, violaba los derechos humanos de sus ciudadanos y atacaba a sus vecinos". Añade que "ahora que contemplamos el trágico saldo de 24 años de tiranía en Iraq y de desidia internacional a ese respecto, vemos que el precio de nuestro fracaso político fue y continuará siendo muy alto". Y concluye con una censura a la "mayor parte de los Estados" representados en el CS y en la CDH que hicieron todo lo posible para "evitar iniciar una discusión sobre los derechos humanos en Iraq".
El artículo del embajador Vieira de Mello fue publicado por el diario brasileño O Estado de S. Paulo; y a pesar de la relevancia de los criterios expuestos, que podrían servir de premisas y dar luz sobre tantos problemas internacionales, no consta que haya sido comentado por los analistas.
Con cuánta razón lo anterior se aplica a la desidia internacional en relación a Cuba comunista, que ya lleva 44 años de dictadura y de violación sistemática de los más elementales derechos. Baste recordar que el régimen cubano acaba de ser electo por aclamación para un nuevo período en la CDH, en la cual integra un frente común con Libia (que preside el organismo), Argelia, Sudán, Siria, Zimbabwe y China (cuyo régimen comunista, en los últimos 30 años, no ha recibido siquiera una advertencia por la violación de los derechos de los desdichados chinos). Y cada año, en un triste ritual que contribuye a disminuir aún más la credibilidad de la ONU, la asamblea general de dicho organismo condena por casi unanimidad el llamado embargo externo a Cuba, evitando decir media palabra siquiera sobre el terrible embargo interno comunista, que es la causa del problema.
Todos estos hechos son ejemplos de las contradicciones del mundo contemporáneo y configuran una delicada realidad en cuyas aguas debemos saber navegar como un factor de supervivencia.
El destierro cubano tiene la capacidad de llevar adelante una agenda propia de sensibilización de la opinión pública internacional con relación al drama de Cuba. Con ello, no precisará depender o confiar -para, más de una vez, desilusionarse- con relación a gobiernos que suelen estar atados a tantos compromisos y agendas, afectados, ellos mismos, por las contradicciones que de una u otra manera contribuyeron a crear.