Enero 4, 2002: Editorial revista Cristiandad http://www.cristiandad.org
China: el martirio de Mons. Matías Pei, los mártires vivos y la guerra psicológica
La muerte en cautiverio del Obispo de Pekín la pasada Navidad renueva la candente cuestión de los 12 millones de católicos chinos perseguidos, torturados y encarcelados. El gobierno rojo, por su parte, ofrece concesiones en un intento de evitar el surgimiento de un mártir.
Cuando a principios de agosto el director de nuestra revista y el editor responsable del periódico argentino Panorama Católico Internacional afirmaran para la agencia romana Il Corriere Latino la necesidad de la reacción de los mil millones de católicos del mundo entero contra la represión ejercida por el gobierno comunista chino en contra de los 12 millones de católicos impedidos de ejercer con libertad su religión, la reacción no se dejó esperar.
Una agencia china recogió las declaraciones de ambos directivos y la difundió masivamente a través de correos electrónicos, captando una masiva protesta tanto de católicos como de no católicos ante diversas embajadas de la república roja. La respuesta fue, como de costumbre, el silencio y la sintomática censura que inmediatamente sobrevino para nuestra revista. Estas acciones fueron seguidas por medios y asociaciones del mundo entero, tal como puede apreciarse, entre otros sitios, en el de la prestigiosa asociación Cubanos Desterrados (http://www.cubdest.org ) o la publicación Free Church for China (http://www.freechurchforchina.org ).
Hoy día, tras las misas ofrecidas por el eterno descanso del Mons. Matías Pei Shangde, muerto la noche de navidad bajo prisión domiciliaria y control policial, nos detenemos a contemplar el panorama, con la serenidad de quien tiene la certeza del justo premio para quienes confiesan a Cristo ante los hombres.
Según informan las agencias FIDES y ACI, la policía comunista bloqueo los accesos a la aldea de Zhangjiapu, provincia de Hebei, región cerca de la capital, permitiendo sólo la participación en los funerales de aldeanos residentes. Pese a todo, testigos aseguran la participación de al menos 3 mil personas dentro de la Iglesia y unas 2 mil fuera del templo.
En la ceremonia participaron dos sacerdotes católicos (clandestinos) y 4 de la asociación patriótica china o iglesia oficial aceptada por el gobierno rojo, uno de los cuales se pronunció con palabras elogiosas al mártir chino. Entre los asistentes también se encontraban miembros de la iglesia oficial de Pekín.
Pese a que Mons. Matías Pei no es reconocido por el gobierno comunista chino dada la fidelidad del prelado a la Santa Sede, las autoridades permitieron que fuese sepultado con sus insignias episcopales.
Y de esta "generosa" actitud, tan abiertamente contradictoria con la que mantuviesen hasta que Mons. Pei exhalara su último suspiro ante sus carceleros, nos mueve a una pregunta inevitable: ¿qué puede hacer cambiar tan abiertamente – al menos en cuanto a maquillaje – la actitud de un gobierno que persigue, encarcela y asesina a quienes sólo piden libertad para practicar su fe?
La respuesta sólo puede provenir de la proverbial maestría revolucionaria: apagar cualquier reacción de indignación, cualquier respuesta que rompa el silencio o la inacción en último término cómplice con los crímenes que se cometen, hasta el día de hoy, en el mismo rostro del mundo civilizado.
Como recordaremos Mons. Matías Pei, de 82 años, había sido arrestado a principios de abril del año pasado, siendo seguido, pocos días después (Viernes Santo) por el obispo de Hebei, monseñor Shi Enxiang, de 79 años, quien ha pasado 30 años de su vida en las cárceles comunistas. A estas víctimas se suman decenas de jóvenes sacerdotes y laicos como el Padre Li Jiambo, de 34 años y el Padre Lu Genjun, de 39 años. La agencia romana Fides señala que por lo menos 10 obispos de la Iglesia del Silencio están en las cárceles, permanecen secuestrados en lugares desconocidos o están bajo arresto domiciliario.
Por tanto la explicación es evidente. Esas mezquinas pero efectistas concesiones a los funerales demuestran que el gobierno comunista chino no quiere tener un mártir en sus entrañas. No quiere que esa muerte vergonzosa sea un testimonio candente de su brutalidad, de la falsa paz y popularidad que proclama.
Resuenan, así, con más fuerzas tanto nuestras denuncias y el llamado que hiciéramos a reaccionar, como las palabras del Cardenal Bernard Law, director del comité de asuntos internacionales de la Conferencia de Obispos Católicos, quien en severa carta al embajador chino en Washington calificó de "situación inaceptable" la ola de persecuciones desatadas en China contra católicos fieles a Roma y otros disidentes del régimen rojo.