Julio 9, 2001: El Nuevo Herald Digital, Miami, Foros de Discusión, Cuba
Cuba: respetuosas interrogaciones en torno de una alocución papal
Juan Pablo II habla, el Granma se complace, fieles católicos sufren
Dr. Humberto A. Pujals, ex profesor de la Universidad de Georgetown, Washington (DC)
Mientras desde la isla-cárcel filtraba al exterior un documento confidencial del Partido Comunista de Cuba (PCC), con instrucciones para controlar y reprimir la "actividad enemiga" de los creyentes en la provincia de La Habana -especialmente, de los católicos- en Roma S.S. Juan Pablo II dirigía una alocución a 6 obispos cubanos en visita "ad límina", en la cual, entre otros conceptos, condenaba una vez más las medidas económicas norteamericanas en relación a Cuba como siendo "injustas y éticamente inaceptables". El periódico Granma, órgano del PCC, el único cotidiano al cual los desdichados cubanos tienen acceso, se apresuró a demostrar su complacencia, dando destaque a la condena papal.
No es la primera vez que fieles católicos cubanos en el exilio se ven en la dolorosa necesidad de manifestar públicamente su perplejidad con las reiteradas y enfáticas condenas de la Santa Sede al embargo externo norteamericano en relación al nefasto régimen comunista de Cuba, por la manera parcial en que han sido hechas y por el contexto en que han sido formuladas.
En primer lugar se presenta implícitamente al embargo económico como si fuese un tipo de sanciones en sí mismo ilegítimo y censurable. Que me conste, la única excepción a esa regla fue la de monseñor James Reinert, miembro de la delegación vaticana ante la ONU, quien en octubre de 1998, después de censurar esas medidas norteamericanas, reconocía en nombre de la Santa Sede que existen "razones legítimas" por las cuales "la comunidad internacional puede recurrir a sanciones". Así como esa medida coercitiva es en tesis legítima, me permito añadir que en el caso concreto del embargo a Cuba, es enteramente lícito a un católico defender el embargo, discrepando de la interpretación de la Santa Sede.
En segundo lugar, prácticamente nunca esas condenas vaticanas al embargo externo han sido acompañadas por una proporcionada censura a la causa verdadera y profunda de los males de Cuba, el embargo interno impuesto por el comunismo a 12 millones de nuestros compatriotas despojados de todos sus bienes por la implantación de un régimen antinatural que niega la propiedad privada y la libre iniciativa, un régimen cuya ideología es diametralmente contraria a los Mandamientos de la Ley de Dios y por ello fue definida por S.S. Pio XI como "intrínsecamente perversa". En la ausencia de esa censura, los católicos cubanos quedamos con la sensación de que la Santa Sede incurre en una increíble parcialidad.
No sólo la proporcionada condena ha estado ausente, sino que en muchos casos lisa y llanamente se ha optado por la omisión. Un ejemplo notorio de esto fue la intervención de monseñor Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, durante la 55a. sesión de la Asamblea General, en octubre de 2000. Después de referirse al embargo norteamericano en los términos críticos habituales, el diplomático vaticano no hizo la más mínima referencia al embargo interno comunista, que a sangre y fuego asfixia todas las libertades y mutila todos los derechos. De esa manera, tal como mostró el ex preso político cubano Armando Valladares, monseñor Martino contribuyó con el peso del prestigio de la Santa Sede a inocentar, a absolver y, por ende, a favorecer a la dictadura castrista (cfr. Armando F. Valladares, "ONU: representante vaticano favorece dictadura castrista", DIARIO LAS AMÉRICAS, Miami, Oct. 26, 2000).
El Santo Padre, en el reciente discurso a los obispos cubanos, al que me referí al comienzo de este artículo, inmediatamente después de aludir severamente a las medidas económicas norteamericanas, reiterando, como ya vimos, que éstas serían "injustas y éticamente inaceptables", añade que "con esa misma claridad" desea recordar que "el hombre ha sido creado libre y, al defender esa libertad, la Iglesia lo hace en nombre de Jesús, que vino a liberar la persona de toda clase de opresión". Estas últimas palabras sobre el papel que la Iglesia debería tener en la defensa del rebaño, son sin duda reconfortantes.
Pero aún así, con el debido respeto y veneración, no consigo ver en ellas la "misma claridad", o al menos análoga, en la condena: las palabras del Santo Padre están lejos de referirse al sistema comunista cubano siquiera como "injusta y éticamente inaceptable". Sistema comunista cubano que, por su perversidad intrínseca y por los crímenes que ha cometido -responsable por más de 100.000 muertes en Cuba y América Latina, según el "Libro Negro del comunismo cubano", monumental obra del Dr. Armando Lago, en preparación- merece los más duros calificativos. Con esa disparidad, el embargo, que es un efecto y no la causa del problema, una vez más lleva la peor parte.
Tampoco consigo ver cómo se corresponde con la verdad histórica de Cuba la alusión papal a que los obispos católicos cubanos reclamarían "justicia" y "libertad" en favor de los católicos. De hecho, ya se ha probado en documentados libros y artículos la omisión del episcopado cubano en la "defensa del rebaño" cubano a que el Santo Padre alude. Más aún, importantes textos episcopales como el emanado del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), de 1986, dejan en evidencia la voluntad de los obispos cubanos de colaborar con el régimen comunista, llegando a manifestar una "coincidencia" en objetivos fundamentales del régimen. También, figuras eclesiásticas como el Cardenal Jaime Ortega y monseñor Carlos Manuel de Céspedes han recomendado a los fieles católicos el ingreso al Partido Comunista de Cuba (PCC) (cfr. "Dos décadas de progresivo acercamiento comuno-católico en la isla-presidio del Caribe", Cubanos Desterrados, Miami, 1990, parte III, cap. 5).
Sobre la omisión en relación al drama del rebaño católico cubano por parte de episcopados de las Américas e inclusive de altas figuras vaticanas, el propio Valladares ha tenido ocasión de dedicar artículos a este delicado problema (cfr. Armando Valladares, "El pedido de perdón que no hubo: la colaboración eclesiástica con el comunismo", DIARIO LAS AMÉRICAS, Marzo 22, 2000; "Reunión Interamericana de Obispos en La Habana: los Pastores fueron al encuentro del Lobo...", DIARIO LAS AMÉRICAS, Miami, Febr. 26, 1999). Mucho más habría para decir sobre estos temas, pero ello extendería demasiado los límites de este artículo.
De cualquier manera, deseo añadir que mi extrañeza sobre el enfoque de las autoridades de la Iglesia en relación al embargo económico es compartida desde hace décadas por innumerables cubanos del destierro y de la isla, provocando en éstos no pocos sufrimientos. Esa extrañeza remonta a la primera vez que un pronunciamiento de esta índole se produjo, el 20 de abril de 1969, con un comunicado de la Conferencia Episcopal de Cuba. Tal como narra el periodista cubano exiliado Pablo Alfonso en su libro "Cuba, Castro y los católicos" (Hispamerican Books, Miami, 1985), el comunicado con la primera crítica eclesiástica al bloqueo norteamericano fue redactado por los prelados cubanos más identificados con el entonces encargado de la nunciatura, monseñor Cesare Zacchi, iniciador de la nefasta política de acercamiento de la Iglesia con el régimen comunista. Sobre las repercusiones de dicho texto eclesial entre los católicos cubanos, afirma Alfonso: "Ciertamente, el comunicado recibió un notable rechazo por parte de la Iglesia. Muchos sacerdotes ni siquiera lo leyeron a sus feligreses. Otros se permitieron expresar sus opiniones contrarias una vez terminada su lectura. (...) Las protestas por parte de los laicos que integraban el Apostolado Seglar Organizado, fueron igualmente mayoritarias (...). Desde todas las prisiones del país, los obispos recibieron un aluvión de cartas condenatorias. En el exilio, como era de esperar, las protestas alcanzaron todos los matices".
A este respecto, una pregunta que se impone es si la insistencia eclesiástica en condenar el embargo, con las parcialidades ya descriptas, no constituirá actualmente una de las mayores causas de consternación, asombro y dolor entre los fieles católicos cubanos.
En relación a pronunciamientos de S.S. Juan Pablo II sobre Cuba, otras respetuosas extrañezas e interrogaciones podrían ser añadidas. En el vuelo que lo conducía a Cuba, según versión oficial entregada por el Vatican Information Service (Enero 21, 1998), el Santo Padre llegó a afirmar sobre el sanguinario guerrillero cubano-argentino Ernesto "Che" Guevara, que como se sabe se dedicó a esparcir la subversión comunista por el continente americano, que estaba "convencido" de que éste "quería servir a los pobres". Y añadió estar igualmente "convencido" de que en Cuba comunista había progresos en materia de "escolarización" y "sistema sanitario", siendo que precisamente la salud y la educación son los dos principales instrumentos del régimen comunista para el control ideológico y mental de los desdichados cubanos. Sobre estos y otros aspectos de los discursos papales en Cuba, recomiendo el libro "Cuba comunista después de la visita papal - Temas candentes de la actualidad religiosa y política de la isla-cárcel" (Comisión de Estudios por la Libertad de Cuba, Miami, 1998).
No es la primera vez que fieles católicos cubanos se sienten en la obligación moral de abordar temas de esta naturaleza. A este respecto, me permito recordar el derecho de un católico de manifestar filialmente sus puntos de vista sobre asuntos tan delicados porque como ya ha sido dicho en el destierro la Iglesia nunca fue, la Iglesia no es, la Iglesia jamás será una cárcel para las conciencias de sus hijos; en particular, para fieles que se basan en la enseñanza tradicional de la Iglesia que condena al comunismo como un ‘satánico azote’, ‘intrínsecamente perverso’ y considera ‘inadmisible la colaboración con él en cualquier terreno’ (Pio XI, Divini Redemptoris)".
El Dr. Humberto A. Pujals, exiliado cubano, fue profesor de la Universidad de Georgetown, Washington (DC)