Enero 14, 2001: Diario Las Américas, pág. 1-A
"Es grave error de cálculo subestimar hoy la fuerza del comunismo y considerarlo
cosa del pasado"
Afirma el analista político uruguayo especialista en asuntos cubanos Gonzalo Guimaraens, quien responde a un cuestionario de DIARIO LAS AMÉRICAS
Por Ariel Remos
Frente a la tesis de que el comunismo ha muerto y no es más una fuerza política operante está el cuadro que presenta el llamado Proyecto Bolivariano con el eje Castro-Chávez-guerrillas colombianas, interrelacionado con la alianza de las izquierdas latinoamericanas en torno al Foro de São Paulo, que realizan una guerra bulliciosa y sorda a un tiempo, contra las instituciones democráticas del continente.
Sobre ese panorama responde hoy a un cuestionario de DIARIO LAS AMÉRICAS el analista político uruguayo, especialista en asuntos cubanos, Gonzalo Guimaraens.
- ¿Qué importancia le otorga al actual panorama político continental, teniendo en cuenta los ingredientes que se dejan señalados?
- La máxima importancia. Es una preocupante realidad que salta a la vista en este comienzo de siglo y de milenio. Cuba comunista y Colombia -asolada por narco-guerrillas revolucionarias que dominan amplias "zonas liberadas" y se van infiltrando en países limítrofes- son respectivamente como un cáncer y una gangrena en el flanco de las Américas. Basta dar una ojeada al panorama político del resto de los países del continente, desde el gigantesco Brasil hasta el pequeño Ecuador, pasando por la influyente Venezuela, para percibir que en cada uno de ellos existen metástasis revolucionarias con capacidad de minar la resistencia de los respectivos organismos sociales.
Las informaciones recientemente proporcionadas por conceptuados especialistas sobre el papel articulador del Foro de São Paulo, dadas a conocer a través de las páginas del DIARIO LAS AMÉRICAS, son una confirmación de que el comunismo continúa con fuerza y está lejos de haber muerto con la caída del imperio soviético, como ciertos ingenuos supusieron y como otros nada ingenuos quisieron hacernos creer. La propia creación de dicho Foro en la ciudad de São Paulo, Brasil, en julio de 1990, mientras se consumaba el derrumbe del imperio soviético, muestra que las fuerzas sobrevivientes del comunismo inmediatamente se metamorfosearon rearticulándose bajo nuevos rótulos y fachadas, a la espera de circunstancias políticas propicias como las que hoy se presentan.
Es un hecho que la meta final del comunismo, una sociedad anárquica, autogestionaria e inhumanamente igualitaria, sigue indicando el rumbo, con su luz tenebrosa, a influyentes sectores políticos, sociales y hasta religiosos de Latinoamérica y del mundo entero. Lo acaba de reconocer Mikhail Gorbachev, en entrevista al diario italiano "La Stampa", al afirmar que el comunismo es un "sueño" que continúa alimentando a los revolucionarios de diversas latitudes.
No estoy diciendo que esta ideología sea la única fuerza disgregadora actuante en nuestros días. Existen otras que, a su modo y con su estilo propio, son también corrosivas para la sociedad occidental y cristiana. Lo que deseo resaltar es que constituye un grave error de cálculo subestimar la fuerza del comunismo y pasar a considerarlo como cosa del pasado.
- Entre los instrumentos disgregadores en la actual estrategia comunista, ¿cuáles pueden ser considerados especialmente relevantes?
- El caos social, político, económico, financiero y hasta religioso que, en medidas variables, pero indiscutiblemente crecientes, ha ido impregnando la vida de numerosos países es actualmente el elemento disgregador más dinámico. Por ello, los comunistas y sus aliados tratan de incentivarlo al máximo. El caos y la confusión no sólo corroen paulatinamente las instituciones sociales, jurídicas, políticas y religiosas, sino que debilitan la propia estructura mental y el sentido común de las personas, llevándolas a aceptar como normales la inestabilidad, la contradicción, la violencia indiscriminada y, en algunos países, hasta el terror. Ese estado de confusión también hace que las personas sientan que las relaciones entre causa y efecto dejaron de existir; que la lógica y los principios morales perdieron su papel y ya no tienen más posibilidad de regir los acontecimientos humanos; y que, por todo ello, no se puede hacer nada para evitar la avalancha de catástrofes del mundo contemporáneo. Se desemboca así en un estado de espíritu derrotista y en una parálisis de las almas tan deseados por los comunistas, porque les permiten ir ganando terreno sin resistencias.
Obviamente, no me estoy refiriendo aquí a cierto tipo de caos común, limitado, que siempre ha estado presente en la vida social, sino al caos que se fabrica o se estimula a través de mecanismos publicitarios, de guerra psicológica revolucionaria y de violencia inducida, tal como lo demostró en numerosas obras y artículos el insuperable maestro de la contra-revolución que fue el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Existen inclusive los llamados teorizadores del caos, intelectuales de izquierda que desde importantes universidades hacen la apología del mismo, sustentando con base en sofismas letales que del paroxismo del desorden supuestamente saldría un nuevo "orden".
- Vd. se refirió al derrotismo y a la parálisis como efectos del caos y de la violencia que se vive en algunos países. Y que eso es algo no sólo deseado sino estimulado por los comunistas. ¿Nos puede dar algún ejemplo concreto?
- Cuba y Colombia constituyen hoy verdaderos "laboratorios sociales" de experiencias que los revolucionarios quieren extender a toda América Latina. En el caso de Cuba, me permito mencionar aquí el impresionante documento de un grupo de sacerdotes del Oriente cubano, dado a conocer a fines de 1999, donde se denuncia la aplicación en la isla-cárcel de sofisticados mecanismos de psicología social, combinados con dosis adecuadas de terror físico y psíquico, para crear en los desdichados cubanos el denominado síndrome de la "desesperanza inducida", que no es sino la artificial sensación de que no hay salida posible para la situación en que viven y que por lo tanto no adelanta hacer nada.
En Colombia, si se estudian las acciones de los diversos grupos guerrilleros, se verifica que éstas cubren una amplia gama que va desde escenificaciones teatrales de supuesta voluntad de paz, hasta acciones de violencia y crueldad inimaginables. Desde la óptica de la guerra psicológica revolucionaria, sometiendo a los colombianos a frecuentes y bruscas oscilaciones entre estados de espíritu antagónicos como son el optimismo y el pesimismo, los guerrilleros esperan quebrarlos psicológicamente. Éstos proceden así para minar las fuertes resistencias contra la guerrilla actualmente existentes en Colombia y crear en la población el síndrome de "desesperanza inducida" que, análogamente al producido en Cuba, puede llevar a la parálisis, al derrotismo y a la capitulación de una nación entera.
- Todo esto a que Vd. se refiere coincide con el inicio de la administración Bush. ¿Qué se puede esperar de ésta en relación a Cuba, a Colombia y a America Latina?
- El nuevo gobierno republicano, en la medida en que efectivamente comience a hacer pasar de las promesas a la práctica su agenda conservadora en el plano internacional, con medidas diplomáticas más duras en relación al dictador cubano, a la guerrilla colombiana y a otras fuerzas izquierdistas latinoamericanas, verá levantarse en América Latina y en los propios Estados Unidos una oleada de críticas desde sectores de izquierda, amplificada por poderosos medios de comunicación social. Algo similar al clima hostil creado en torno de la ley Helms y, tal vez, más virulento aún. En esa coyuntura, los cubano-americanos, en su condición al mismo tiempo de latinoamericanos y de ciudadanos norteamericanos, son un puente natural entre el mundo latino y el mundo anglosajón, lo que les otorga credenciales suficientes para alzar su voz contrarrestando esa muy probable embestida publicitaria de las izquierdas contra los conservadores.
Sin duda, tendrán los cubano-americanos la posibilidad de ejercer así un papel histórico decisivo, que podrá llegar a ser más relevante aún que el que tuvieron en la elección del presidente Bush. En ese sentido, deberán ser encontradas las palabras adecuadas para abrir los ojos de la opinión pública norteamericana respecto del drama de Cuba comunista, que se prolonga por más de 40 años, y del preocupante cuadro político de varios países de América Latina. Con una opinión pública norteamericana convenientemente sensibilizada y receptiva en relación al problema comunista en las Américas, el nuevo gobierno republicano no podrá alegar falta de respaldo popular para omitirse en el cumplimiento de sus promesas electorales de endurecer la política externa en relación al dictador Castro y a las narco-guerrillas comunistas de Colombia.