Editorial del CubDest, Mayo 23, 2001

Un curioso fenómeno de anestesia psicosocial parece afectar a ciertos sectores de la opinión pública iberoamericana cuando se deparan con síntomas preocupantes de izquierdización del continente. La displicencia con que organismos hemisféricos, cancillerías, medios de prensa y entidades de derechos humanos acompañan el acelerado proceso de cubanización de Venezuela -un país estratégico en la región, desde el punto de vista político y económico- es uno de los ejemplos típicos de esa anestesia.

La situación de Venezuela se agrava día a día y por eso mismo llama la atención esa displicencia continental. La interferencia de Cuba comunista en los planos educativo, económico, político, sanitario y hasta deportivo ha sido denunciada por conceptuados analistas venezolanos (cfr. Alejandro Peña Esclusa, "Avanza la cubanización de Venezuela" y Eleonora Bruzual, "Venezuela en picada hacia la cubanización").

Por su parte, la Iglesia católica venezolana, en informe presentado ante el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), reunido en Caracas, llegó a cuestionar la propia "vigencia del Estado de Derecho" en ese país y denunció la exacerbación artificial de los "conflictos de grupos y clases". De manera significativa, el obispo cubano José Ciro González, de la diócesis de Pinar del Río, presente en la reunión del CELAM, señaló que existen semejanzas entre Chávez y el dictador Castro, lo que está siendo motivo de preocupación en la Iglesia latinoamericana.

En materia de política externa, el presidente Chávez, confesado admirador de Fidel Castro y de Mao Tse Tung, ha transformado a Venezuela en el principal socio comercial del régimen cubano; selló importantes acuerdos con China comunista, durante la visita del dictador Jiang Zemin a Caracas; aceptó asumir el papel de llave estratégica del Kremlin en América Latina, durante su encuentro con Putin en Moscú; y acaba de dar su apoyo a la propuesta castrista para la formación de un bloque político-económico con Irán, Rusia y la India.

La anestesia psicosocial a que nos estamos refiriendo parece actuar también en relación a la dramática situación de Colombia, cuyo presidente, contra todas las evidencias, insiste en negar públicamente que las guerrillas comunistas FARC tengan relación con el narcotráfico, porque el simple reconocimiento de este hecho desbarataría el castillo de naipes que él ha construído en torno de las llamadas "negociaciones de paz", calificadas por observadores serios como un proceso de capitulación.

La misma anestesia hace que no causen espanto ni produzcan indignación otros hechos políticos recientes, como la negativa de los gobiernos brasileño, colombiano, peruano y mexicano a condenar al régimen cubano en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, optando por una abstención al estilo de Poncio Pilatos; la declaración del presidente del Partido de los Trabajadores y posible futuro presidente del Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva, en visita a China comunista, de que este país "es un ejemplo para Brasil" y que su viaje sirve como "aprendizaje" para una eventual presidencia suya; la insistencia del canciller español Josep Piqué, en el seno de la Unión Europea, para que ésta intensifique la ayuda económica al régimen de La Habana, a pesar de las reiteradas injurias cubanas en relación a su gobierno; etc.

Constituye una tarea de utilidad pública, de la máxima urgencia, estudiar desde el punto de vista de la sociología y de la psicología social cómo se aplican y funcionan esos misteriosos mecanismos de anestesia, por culpa de los cuales asuntos graves que comprometen el futuro del continente no están causando la preocupación y hasta la alarma proporcionadas. Del éxito de esta tarea tal vez depende que América Latina, más allá de las dificultades e incertidumbres de la hora presente, con el enorme potencial que la Providencia le otorgó, pueda cumplir plenamente su papel histórico de "continente de la esperanza".

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