La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo,
el via crucis de Cuba...
y el de Eliancito
El presente texto fue adaptado de una "Vía Sacra" escrita por el eminente pensador católico y fundador de la TFP brasileña, Prof. Plinio Corrêa de Oliveira (cfr. revista "Catolicismo", Brasil, 1951, con aprobación eclesiástica). Tanto el título cuanto la selección del texto, las referencias a Eliancito, a Cuba y a otros países actualmente subyugados por el comunismo, son de nuestra exclusiva responsabilidad; y fueron introducidos con la intención de que nuestros estimados lectores obtengan un mayor beneficio espiritual.
Jesús cae por segunda vez (VII Estación)
Eliancito, en la madrugada del Sábado Santo, ha sido arrancado com inimaginable brutalidad, propia de un país comunista, del hogar de sus familiares de Miami.
Recordemos en esta hora dramática los sufrimientos de Nuestro Señor Jesucristo rumbo al Calvario. Caer, quedar postrado en tierra a los pies de todos, dar pública manifestación de ya no tener fuerzas, son estas las humillaciones a que Vos os quisísteis sujetar, Señor, para dar a los luchadores por la libertad de Cuba un ejemplo y una lección. De Vos nadie se compadeció.
En nuestro apostolado, en nuestra lucha publicitaria para que Eliancito pueda permanecer en una tierra de libertad y no sea reenviado a la isla-cárcel, deberemos continuar aún cuando todas nuestras obras parezcan estar por el suelo, aún cuando todos se unan para atacarnos, aún cuando la ingratitud se vuelva contra nosotros.
Dadnos, Jesús, la gracia de no ser del número de los pusilánimes y de concedernos abundantes gracias de energías de apostolado, de lucha y de intrepidez. Nuestra debilidad no debe servirnos de pretexto porque la gracia, que Dios nunca niega, puede lo que las fuerzas meramente naturales no podrían.
Dios quiere ser servido hasta el último aliento, hasta la última energía, y de ello nos dio sublime ejemplo en el camino del Calvario; en particular, en las tres caídas bajo el peso de la Cruz. Por medio de la gracia, Él multiplica nuestras capacidades de sufrir y de actuar, para que nuestra dedicación llegue a los extremos de lo imprevisible, de lo inverosímil, de lo milagroso. Es con esa impostación de alma que debemos redoblar la lucha publicitaria, estrictamente dentro de las leyes de Dios y de los hombres, en favor de Elián y de la libertad de Cuba.
La Pasión nos enseña que a Dios debemos darlo todo, absolutamente todo, y después de haberlo dado todo aún debemos dar nuestra propia vida.
Jesús es clavado en la Cruz (XI Estación)
La impiedad escogió para Vos, Señor mío, el peor de los tormentos finales. El peor, sí, pues es el que hace morir lentamente, el que produce sufrimientos mayores, el que infamaba más porque era reservado a los criminales más abyectos.
Este odio inmenso, ¿no contiene para nosotros alguna lección?
Sí, entre Vos y el demonio, entre el bien y el mal, entre la verdad y el error, hay un odio profundo, irreconciliable, eterno. Las tinieblas odian a la luz y los hijos de las tinieblas odian a los hijos de la luz. La lucha entre unos y otros durará hasta la consumación de los siglos, y jamás habrá paz entre la raza de la Virgen y la raza de la serpiente.
Toda la historia del mundo, toda la historia de la Iglesia, no es sino esta lucha inexorable entre los que son de Dios y los que son del demonio, entre los que son de la Virgen y los que son de la serpiente. Lucha en la cual no hay apenas un equívoco de la inteligencia, ni sólo flaqueza, sino también maldad: maldad deliberada, culpable, pecaminosa, en las huestes de ángeles caídos y de hombres que siguen a Satanás.
Es en esta perspectiva que se comprende, en toda su profundidad, la pertinacia comunista en prolongar los sufrimientos y el via crucis del pueblo cubano esclavizado, así como en hacer todo lo posible para que Eliancito retorne al infierno comunista.
He aquí lo que es necesario ser dicho, comentado, recordado, acentuado, proclamado y, una vez más, recordado a los pies de la Cruz.
Jesús muere, es colocado en el sepulcro... y se acerca la Resurrección (XII y XIV Estaciones)
Llegó por fin el ápice de todos los dolores. Es un ápice tan alto, que se envuelve en las nubes del misterio. El sol se veló. El cielo perdió su esplendor. La tierra se estremeció. El velo del templo se rasgó. La desolación cubrió todo el universo.
¿Por qué Nuestro Señor Jesucristo tuvo que padecer y morir de esa manera, si era la propia inocencia? Su muerte fue para redimir al hombre. Para destruir el pecado. Para abrir las puertas del Cielo. El auge del sufrimiento fue el auge de la victoria.
Se corrió la laja del sepulcro. Parece todo acabado. Sin embargo, está muerta la muerte. Se acerca el momento en que todo comienza, con el reagrupamiento de los Apóstoles y el renacer de los esfuerzos, de las esperanzas. La Pascua se aproxima.
El odio de los enemigos continúa rondando en torno del Sepulcro y de María Santísima y de los Apóstoles. Pero ellos no temen. Dentro de poco rayará la mañana de la Resurrección.
Que pueda yo también, Señor Jesús, no temer y esperar la resurrección espiritual y moral de la querida Patria cubana. No temer aún cuando todo parezca irremediablemente perdido para la causa de Eliancito, de los católicos cubanos y de la libertad de mi añorada Patria.
No temer cuando todas las fuerzas de la tierra parezcan puestas en las manos de vuestros enemigos, y éstos cuenten con las más inesperadas complicidades en el mundo político, publicitario y hasta eclesiástico...
No temer porque Eliancito, nuestros hermanos cubanos y cada uno de nosotros con certeza contamos con la protección de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Patrona de Cuba. Junto a Ella, se reagruparán siempre, y siempre más, para nuevas victorias, los verdaderos seguidores de vuestra Iglesia y los auténticos luchadores por la causa de la libertad de Cuba.